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El misterio de los siglos
misterios, y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que
ha
de
acontecer en los postreros días" (Daniel 2:28).
Primero, el propósito de Dios era revelar a este rey
mundial que en el cielo hay un DIOs; que Dios es el GoBER·
NANTE
SUPREMO de todas las naciones, los gobiernos y los
reyes; que Dios GOBIERNA EL UNIVERSO. Fue Dios quien puso
al querubín Lucero en el trono de la tierra, y Lucero, conver–
tido en Satanás el diablo, continúa en ese trono sólo porque
Dios lo permite y sólo hasta que Dios envíe a Jesucristo a
deponer a Satanás y ocupar el trono. Aquel rey caldeo sola–
mente conocía a los dioses demoniacos paganos; nada sabía
del Dios TODOPODEROSO y
viviente.
Al igual que las personas
y aun los gobernantes de hoy, ignoraba que Dios es el PER–
SONAJE REAL y activo que literalmente GOBIERNA no solamente
lo que hay en la tierra sino TODO EL UNIVERSO.
Todo el objeto del sueño era revelar el GOBIERNO DE DIOS,
el
hecho
de que Dios gobierna, la verdad acerca del REINO DE
DIOS, o sea aquello que constituye el único y verdadero
EVANGELIO DE JESUCRISTO. Y en segundo lugar, revelar algo
que quedó consignado por escrito para nosotros hoy: lo que
ha de suceder en los "postreros días" - tal vez dentro de las
próximas dos o tres décadas - sí, ¡EN NUESTROS TIEMPOS!
Para nosotros hoy
Aquel escrito no es algo árido, muerto, "mandado a
recoger". No es algo que fue dirigido exclusivamente a un
pueblo de hace 2.500 años. ¡Es una
FORMIDABLE NOTICIA
de actualidad
PARA NUESTROS DÍAS!
Es una noticia
avanzada para nosotros hoy, una noticia que llega antes del
suceso, noticia del acontecimiento más colosal de toda la
historia de la humanidad, que ocurrirá con toda seguridad
en
esta generación
...
¡en los próximos años!
Este es el VERDADERO EVANGELIO. Es el mismo evangelio
que Jesucristo predicó. ¡Va dirigido a usted y a mí hoy! ¡Es
vital que lo COMPRENDAMOS!
Leamos en la Biblia Daniel 2:28-35. El rey Nabucodono–
sor había visto en su sueño una enorme estatua, más grande
que cualquier imagen o estatua jamás construida por el hom–
bre ... tan grande que resultaba aterradora, aun en sueños.
La
cabeza era de oro fino, el pecho y los brazos de plata, el