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Cómo vendrá la paz mundial
Ese testimonio se refiere a hechos que ocurrirán en los
próximos años, jEN ESTA ÚLTIMA MITAD DEL SIGLO 20!
Un mensaje para nuestra época
No se trata de escritos obsoletos y aburridos dirigidos a
un pueblo que vivió hace 2500 años. ¡Son noticias de
TREMENDO SIGNIFICADO y PALPITANTE ACTUALIDAD para
NUES–
TROS DIAS!
Son noticias anticipadas de lo que va a suceder,
y son para nosotros
AHORA.
Es el anuncio del acontecimiento
más colosal de la historia, el cual ocurrirá con absoluta certeza
en la presente generación,
¡dentro de muy pocos años!
¡Este es el VERDADERO EVANGELIO! ¡El mismo que Cristo
predicó! Es un mensaje dirigido a usted y a mí hoy. ¡Y es
importantísimo que lo COMPRENDAMOS!
Tomemos la Biblia y leamos los versículos 28-35 del
segundo capítulo del libro de Daniel. En ese sueño el rey
Nabucodonosor había visto una gigantesca estatua, mayor que
cualquier otra imagen o estatua construida por el hombre. Era
tan majestuosa que resultaba sobrecogedora, aun en sueños.
La cabeza de la imagen era de oro fino, su pecho y sus brazos
de plata, el abdomen y los muslos de bronce, sus piernas de
hierro y sus pies de una mezcla de hierro y barro.
El factor tiempo intervino en el sueño. Nabucodonosor
había estado contemplando la estatua hasta que una PIEDRA
sobrenatural cayó de los cielos y desmenuzó los pies de la
enorme imagen. Entonces toda la estatua fue pulverizada;
luego sopló el viento y no le dejó rastro alguno. Pero la PIEDRA
que hirió a la imagen se expandió milagrosamente y fue hecha
un gran MONTE que llenó toda la Tierra.
¿Qué significaba aquel sueño? ¿Tenía acaso significado
alguno? Sí lo tenía, porque este sueño de Nabucodonosor fue
obra de Dios. A diferencia de los sueños comunes y corrientes,
éste fue causado para transmitirle al Rey el mensaje de la
soberanía de Dios y, siendo parte de la Palabra escrita de
Dios, es también para nosotros hoy, ¡a fin de que entendamos
aspectos importantes del VERDADERO EVANGELIO.
Daniel dijo: "Este es el sueño; también la interpretación
de él diremos en presencia del rey" (Daniel 2:36).
Esta, por consiguiente, es la interpretación divina,
no
la
de Herbert W. Armstrong. Ningún hombre debe jamás