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Fue Dios, no Moisés, quien dio la ley
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"Entonces vino Moisés, y llamó a los ancianos del pueblo,
y expuso en presencia de ellos todas estas palabras que el
Eterno le había mandado" (versículo 7). El pueblo aceptó
unánimemente lo que Dios les propuso. Tanto les interesaba
recibir lo que Dios les prometía ("vosotros seréis mi especial
tesoro SOBRE TODOS LOS PUEBLOS"; es decir, que serían la más
grande, la más próspera y la más poderosa de las naciones de
la tierra), que no tomaron muy en serio la
condición: "SI
diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto" (versículo 5).
¿Qué dictaría la voz DE DIOs para que el pueblo lo
obedeciera? ¡Una gran ley que
ya existía,
lo mismo que las
leyes de la gravedad y la inercia, de la fiSica y la química! Sin
embargo, se trataba de una ley ESPIRITUAL. La voz de Dios
revelaría aquella ley viviente e inexorable en palabras
específicas, como un código definido.
¿Una ley rigurosa?
¿Cuál es el objetivo, la razón de ser de esta ley? Ya es
hora de que entendamos la respuesta correcta. El Dios
Todopoderoso no es sólo el Creador y Soberano de su vasta
creación ilimitada que es todo el universo, ¡sino que es
también un Dios de AMOR!
Por AMOR, Dios creó al hombre a su imagen. Él AMA a los
hombres. Deseaba que los hombres que iba a crear fuesen
felices, que tuvieran paz y que
gozaran
de una vida segura,
interesante, sana y abundante. Para lograr tan feliz estado,
puso en vigor leyes espirituales que constituyen el CAMINO
hacia el bienestar físico, mental y espiritual y que
evitan
la
tristeza, el sufrimiento, la angustia, la inseguridad, el hastío,
el vacío, la frustración, la violencia y la muerte. Estas LEYES
espirituales señalan el CAMINO hacia una vida feliz, sana, vital,
interesante y gozosa.
DIOs ES AMOR y sabe que el AMOR es conmovedor y bueno.
Por ello formuló y puso en vigor una ley que es la esencia del
AMOR, una ley que es cumplida, obedecida y ejecutada
por
amor.
¡Qué maravilloso y glorioso DON para la humanidad! Sería
de esperarse que la humanidad se regocijara en gran manera y
con profunda GRATITUD diera a Dios alabanzas sin fin. ¡Pero no
lo hace! Por buena y gloriosa que sea esta ley, la naturaleza