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La llave maestra de la profecía
David, y Él no lo quebrantará. Por esa razón la promesa del
cetro sigue vigente y al gobernante se le permite gobernar al
menos sobre una parte de los hijos de Israel.
En 1 Reyes 11:26 leemos de Jeroboam, hijo de Nabat,
efrateo (de Efraín), siervo de Salomón, quien se constituyó
gobernante sobre la "casa de José", es decir Efraín y Manasés.
Por medio del profeta Ahías, el Eterno dice a Jeroboam: "He
aquí que yo rompo el reino de la mano de Salomón, y a ti te
daré
diez tribus
...
Pero no quitaré nada del reino de sus
manos ...
por amor a David mi siervo,
al cual yo elegí, y
quien
guardó mis mandamientos
y
mis estatutos.
Pero quitaré el
reino de la mano de su hijo, y lo daré a ti, diez tribus. Y a su
hijo daré una tribu,
para que mi siervo David
tenga lámpara
todos los días delante de mí en Jerusalén, ciudad que yo me
elegí para poner en ella mi nombre. Yo, pues, te tomaré a ti, y
tú reinarás en todas las cosas que desee tu alma, y serás
rey
sobre Israel"
(1 Reyes 11:31-37).
Estas palabras dejan en claro dos hechos: La
nación
de
Israel se le quitaría al hijo de Salomón y se entregaría a
Jeroboam. No era sólo una tribu o unas pocas tribus, sino la
nación
llamada
Israel.
Israel, pues, pasaría a ser gobernada
por Jeroboam, de la tribu de Efraín.
El título nacional de "Israel" se le dio al reino formado
por las 10 tribus, pues no olvidemos que el nombre "Israel"
estaba sobre los hijos de José (Génesis 48:16). Dondequiera
que
ellos
estén, la Biblia los llama por el nombre de la nación
ISRAEL. Para el mundo hoy, han perdido su identidad; pero en
la profecía bíblica son
ellos
y no los judíos quienes son
llamados IsRAEL. Y ellos encabezaban la nación formada por
las 10 tribus de Israel.
Por otra parte, Dios dejó una tribu a los hijos de Salomón
en Jerusalén para que un hijo de David permaneciera en
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trono sobre hijos de Israel. Dios le había hecho una promesa
incondicional a David de que jamás llegaría el día en que no
tuviera un hijo o descendiente sentado en el trono sobre hijos
de Israel.
Históricamente, vemos que esa promesa se ha
cumplido.
Los hijos de Judá, aunque no son
todos
los hijos de Israel ni
llevan ese nombre nacional en la Biblia,
son,
sin embargo,
hijos de Israel. Así Dios mantiene firme su promesa a David y