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La llave maestra de la profecía
descendiente sobre el trono. Eran muchas las profecías
complejas y fascinantes que habrían de cumplirse, algunas de
ellas al parecer contradictorias. ¡Difícil tarea! ¡Asombrosa
comisión de Dios para Jeremías!
"Vivo yo, dice el Eterno, que si Conías [Jeconías o
Joaquín] hijo de Joacim rey de Judá fuere anillo en mi mano
derecha, aun de allí te arrancaría" (Jeremías 22:24). Dios
había decretado el fin de esta línea de reyes. Les quitó la
corona
y no permitió que los hijos de Jeconías [el mismo
Joaquín] reinaran en el trono de Judá. Dios estaba
traspasando el trono a otra rama de la familia de Judá.
Esta es la sentencia de Dios, pronunciada por medio de
Jeremías: "Escribid lo que sucederá a este hombre privado de
descendencia, hombre a quien nada próspero sucederá en
todos los días de su vida; porque ninguno de su descendencia
logrará SENTARSE SOBRE EL TRONO DE DAVID, NI REINAR SOBRE
JuDA" (Jeremías 22:30).
¡Dios habló, Jeremías escribió y la historia se desarrolló
tal como Dios lo había determinado! Jeconías tuvo hijos (ver 1
Crónicas 3:17; Mateo 1:12), pero en lo que concierne al TRONO
DE DAVID, fue PRIVADO DE DESCENDENCIA, pues ninguno de
SUS
hijos logró ocupar ese trono.
La corona había sido quitada del
linaje de Pares,
removida del territorio de Judá, los herederos inmediatos del
trono habían muerto y Jeconías estaba preso en Babilonia sin
hijos que pudieran ocupar el trono, según lo había dispuesto el
Dios Todopoderoso.
Así, Jeremías había cumplido la
primera
parte de su gran
comisión: El trono había sido derrocado, el reino se hallaba
destruido y Judá comenzaba a sufrir su castigo.
¿Adónde fue Jeremías?
Ahora viene la
segunda
parte de la misión de Jeremías. El
profeta se hallaba entre los judíos cautivos. Tenía que librarse
para poder cumplir la segunda parte de su comisión.
"Y Nabucodonosor había ordenado a Nabuzaradán,
capitán de la guardia, acerca de Jeremías, diciendo: Tómale y
vela por él, y no le hagas mal alguno, sino que harás con él
como él te diga" (Jeremías 39:11-12). "Tomó, pues, el capitán
de la guardia a Jeremías y le dijo ... ahora yo te he soltado