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La mente humana
penetrar en la mente humana por medios naturales, pues el
espíritu no se puede ver, oír, palpar, gustar ni oler.
El texto explica a continuación que, siendo así las cosas,
ningún hombre podría tener el conocimiento que posee si no
fuera por "el espíritu del hombre que está en él" (versículo
11). Los animales tienen un cerebro casi idéntico al del
hombre, e inclusive mayor en algunas especies. Sin embargo,
su cerebro irracional no puede saber ni comprender lo que el
hombre sabe. Tampoco podría el hombre sin el espíritu
humano que está en él. En otras palabras, este espíritu es el
que imparte el poder del intelecto al cerebro humano.
Aun así, la mente humana está limitada al conocimiento
de lo físico; no puede saber ni comprender las cosas espi–
rituales de Dios. ¿Por qué? Porque la mente humana, por sí
sola, puede poseer únicamente el conocimiento que le llega a
través de los sentidos de la audición, la vista, el gusto, el tacto
y el olfato. Asimismo, los animales pueden ver, oír, oler, gustar
y palpar, pero no pueden utilizar lo que entra en su cerebro
para pensar o razonar.
Ahora leamos la segunda parte de 1 Corintios 2:11: "Así
tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de
Dios". Es decir, ningún hombre pudo conocer o comprender
las cosas de Dios, excepto por la intervención de
OTRO
espíritu:
el Espíritu Santo de Dios.
Los humanos tienen, desde que nacen, el "espíritu del
hombre" o "espíritu humano" que está
EN
ellos. Notemos bien
que este espíritu no es el hombre sino algo que está
EN
él. Un
hombre, por ejemplo, podría tragarse una canica o bolita;
entonces ésta sería algo
en
él, pero no
sería
el hombre ni
formaría parte alguna de él. El hombre fue hecho mortal, del
polvo de la tierra. Este espíritu humano tampoco es un
"alma"; es algo que está
EN
el alma, pues el hombre físico
ES
el alma.
Continuando en el versículo 14 leemos: "Pero el hombre
natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios,
porque para él son locura, y no las puede entender, porque se
han de discernir espiritualmente".
Así, desde el nacimiento, Dios nos da a cada uno de
nosotros un espíritu al que yo llamo, por falta de mejor
designación, el "espíritu humano". Ese espíritu nos da un