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La mente humana
comprender y distinguir los verdaderos valores de los falsos, el
camino correcto del equivocado, el bien del mal, a rechazar
éste y escoger aquél y, con el poder de la
VOLUNTAD,
desechar
el mal y
OBRAR
el bien.
Los animales están dotados de cerebro e instinto, mas no
tienen la facultad de comprender los valores espirituales y
morales para hacer una elección entre ellos ni para desarrollar
un carácter espiritual perfecto. Poseen cerebro, pero no
intelecto; poseen instinto, pero no la capacidad para desarro–
llar un carácter santo y divino.
En esto consiste la
DIFERENCIA
trascendental entre el
CEREBRO
animal y la
MENTE
humana. Pero, ¿cuál es la
causa
de
esta diferencia tan abismática?
No hay casi diferencia alguna entre el diseño, la forma y
la estructura de los cerebros animal y humano. Los cerebros
de los elefantes, ballenas
y
delfines tienen mayor tamaño que
el del hombre, y el del chimpancé es apenas un poco más
reducido. Cualitativamente, el cerebro humano puede ser
ligeramente superior al de los animales mencionados, pero no
en medida suficiente para justificar o explicar la enorme
diferencia entre los frutos rendidos por el cerebro humano y
por el cerebro animal.
¿Cómo, pues, puede explicarse satisfactoriamente esa
insalvable diferencia? La ciencia no puede darnos una
respuesta adecuada. Algunos científicos en el campo de las
investigaciones cerebrales llegan a la conclusión de que
necesariamente debe haber
algún componente no físico
en el
cerebro del hombre, componente que brilla por su ausencia en
el cerebro animal. No obstante, la mayoría de los científicos se
niegan a reconocer la existencia de lo no físico.
¿Qué otra explicación puede haber? Fuera de la
ligerísima diferencia cualitativa entre los dos cerebros, la
ciencia se queda sin respuesta debido a su obstinación en no
querer admitir la posibilidad de que exista lo espiritual.
Cuando el hombre se niega a aceptar la existencia de su
propio Creador, cierra su mente ante grandes océanos de
conocimiento básico y verdadero, de hechos y de
COMPREN–
SIÓN.
Cuando el científico rechaza la verdad del conocimiento
revelado y se atrinchera en la fábula, se convierte en el más
ignorante de todos los hombres, aunque se crea sabio.