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El maravilloso mundo de mañana
la inminente extinción que hemos venido describiendo ocurri–
rá pronto y de un modo inevitable.
No hay otra alternativa.
Alguno, cerrando los ojos para no ver los hechos ni
advertir el curso de los acontecimientos, bien puede decir: "¡A
mí no me van a hacer creer que este mundo está peor de lo que
siempre ha estado! Nada va a suceder. Si hacemos caso omiso
de las condiciones y no nos preocupamos, a lo mejor se
disiparán". Sin embargo, las condiciones y tendencias preva–
lecientes no van a desvanecerse por sí solas, ¡a no ser que haya
una
causa
que las haga desaparecer!
En las páginas de la Biblia, la revelación para la
humanidad, inspirada por un Dios supremo y todopoderoso,
están predichas las condiciones y el rumbo de los aconteci–
mientos de nuestros días. Además, las Escrituras nos dan por
adelantado las noticias de la paz que pronto reinará, noticias
de prosperidad universal, de felicidad y gozo, ¡de una
verdadera utopía!
Estas son las buenas nuevas del mundo de mañana. Son
absolutamente infalibles. Su cumplimiento es inevitable
porque no depende del hombre ni de su capacidad. Dios las
llevará a cabo a pesar de la rebeldía humana. Si del hombre
dependiera, fracasaría como hasta ahora ha fracasado, pero
¡Dios nunca falla!