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El maravilloso mundo de mañana
Sabemos que será un gobierno administrado desde
arriba. La estructura del poder estará claramente definida.
Nadie será elegido por el pueblo. Los mortales han demostra–
do que no saben discernir las cualidades y que no conocen las
intenciones y habilidades que se ocultan en la mente y el
corazón del hombre. Así que todos los puestos serán designa–
dos por decisión divina. Todos los que asuman cargos en el
gobierno serán seres inmortales, nacidos de Dios; ya no serán
humanos de carne y hueso.
Con esto en mente, y sabiendo que Abraham es el padre
(humanamente) de todos los que son de Cristo y por ende
herederos de la salvación, es evidente que en el reino de Dios
Abraham recibirá una posición más alta que el rey David y
que estará por encima de israelitas y gentiles. El es el "padre"
tanto de los gentiles convertidos como de los israelitas.
La Biblia repite de continuo la frase "Abraham, Isaac y
Jacob"; los agrupa como un equipo y los llama "los padres",
porque las promesas les fueron confirmadas también a Isaac y
a Jacob (cuyo nombre fue cambiado por el de Israel). Lo que
ha sido revelado indica claramente que Abraham, Isaac y
Jacob serán un equipo eminente presidido por Abraham y
ocuparán el segundo lugar en autoridad después de Cristo en
el gobierno divino.
Jesús afirmó categóricamente que Abraham, Isaac y
Jacob estarán en aquel glorioso reino (Lucas 13:28). José, el
hijo de Jacob, recibió su capacitación en una forma muy
especial. Más adelante nos referiremos a él.
Iglesia
y
Estado
La Palabra de Dios revela claramente otro principio:
Iglesia y Estado estarán unidos bajo la autoridad de Jesucris–
to. Habrá un solo gobierno sobre todas las naciones. Habrá
una sola iglesia, un solo Dios, una religión, un sistema
educativo, un orden social. Y, como en el patrón original de
Dios en la antigua Israel, Iglesia y Estado estarán unidos.
De entre los 12 primeros apóstoles Pedro, Santiago y
Juan tuvieron el privilegio de ver el reino de Dios en una
visión (Mateo 17:9). Jesús, quien estaba personalmente con
ellos, se transfiguró y apareció ante ellos como el Cristo
glorificado. Su rostro brilló como el Sol y sus vestiduras se