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El maravilloso mundo de mañana
pena por quebrantarlas? ¡No! De ninguna manera. Si hay
arrepentimiento y fe Dios perdona el pecado y suprime la
pena. ¿Cómo? ¿Por qué? Porque Jesucristo mismo tomó
nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias (Mateo
8:16-17). Además, el apóstol Pedro explicó que somos sanados
por sus heridas (1 Pedro 2:24).
Antes de que Cristo fuera crucificado (para pagar la pena
de muerte por el pecado espiritual en lugar nuestro, Romanos
6:23) se sometió para ser azotado pagando así por nosotros la
pena de los pecados físicos. Dios no impide que sus leyes
funcionen. Jesucristo pagó la pena por nosotros. De este
modo, a la manera de Dios, la pena fue pagada, no anulada.
Cuando Jesús vio la fe de los amigos de un hombre
paralítico dijo: "Hijo, tus pecados te son perdonados" (Marcos
2:5). La curación que Cristo da es el perdón de los pecados.
Como la gente no entendió su extraña afirmación, Cristo
dijo: "¿Por qué caviláis así en vuestros corazones? ¿Qué es
más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o
decirle: Levántate, toma tu lecho y anda? Pues para que
sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para
perdonar pecados ..." (Marcos 2:8-10).
Cuando Cristo venga como gobernante supremo usará ese
inmenso poder. Juan vio en una visión cuando los ángeles
alababan a Cristo en su venida para reinar sobre la Tierra, y
decían: "Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que
eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran
poder, y has reinado" (Apocalipsis 11:17).
Las fuerzas combinadas de la educación correcta sobre la
buena salud y la curación de las enfermedades cuando hay
arrepentimiento darán como resultado la salud utópica. Así la
describe Dios: "Porque ciertamente allí será el Eterno para
con nosotros fuerte, lugar de ríos, de arroyos muy anchos, por
el cual no andará galera de remos, ni por él pasará gran nave.
Porque el Eterno es nuestro juez, el Eterno es nuestro
legislador, el Eterno es nuestro Rey; él mismo nos salva–
rá ... No dirá el morador: Estoy enfermo; al pueblo que more
en ella le será perdonada la iniquidad" (lsaías 33:21-22, 24).
Escuchemos esta maravillosa promesa: "Fortaleced las
manos cansadas, afirmad las rodillas endebles. Decid a los de
corazón apocado: Esforzaos, no temáis; he aquí que vuestro