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El maravilloso mundo de mañana
maravillosas bendiciones. Al contrario, ¡estamos bajo una
maldición!
Nuestras ciudades son úlceras purulentas infestadas con
el estrépito, la confusión y la estridencia del tráfico, con
revueltas, odios raciales, crimen, pornografía, aire contamina–
do, miseria y un populacho que busca la obtención rápida de
dinero para escaparse del ambiente odioso de las grandes
"junglas" de asfalto y hormigón de nuestra época.
Nuestros campos están malditos con tiempo atmosférico
trastornado, con sequías, inundaciones, pestes, plagas de
insectos; malditos con productos químicos y con pestes
provocadas por el hombre.
Hay países donde casi la mitad de los niños son
ilegítimos. Muchos nacen con graves defectos: ciegos, mudos,
sordos, con miembros deformados u horribles enfermedades
adquiridas en el vientre de sus madres. ¡Algunos nacen con
cáncer!
Nuestra
canasta
y nuestra
artesa
están malditas. La
mayoría de los países no producen lo que consumen; los que
producen lo hacen a altos costos y los que lo necesitan no
tienen para pagarlo.
Aunque no lo queramos reconocer, nuestros pueblos
están hoy en día bajo una maldición.
No obstante, Dios nos obligará pronto a recibir las
bendiciones. Le impondrá su gobierno misericordioso a la
humanidad rebelde y dura de cerviz para que disfrute de
verdadero gozo. Insistirá en que seamos felices y en que
tengamos abundancia; hará que seamos saludables y que
estemos llenos de bienestar y satisfacción.
De esta manera serán también resueltos los problemas
aterradores y múltiples causados por la explosión demo–
gráfica, el mal tiempo y las enfermedades, sin olvidar las
consecuencias del hacinamiento humano en
las
grandes urbes
como la contaminación, el aumento del crimen y las presiones
sicológicas de la vida moderna. Todo esto será resuelto ¡en
nuestro tiempo!
¿Cómo seré distribuida la población?
¿Habrá espacio para los miles de millones de seres
humanos que poblarán la Tierra?