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Parte tercera
El
.
cam1no hacia una
fe
viviente
"T
a fe es un escapismo, es una patraña de quienes no
U
desean aceptar los hechos y enfrentarse a la triste
realidad". En muchos casos, esta crítica de quie–
nes se oponen al cristianismo convencional, resulta entera–
mente justificada.
Los cristianos profesos frecuentemente recurren a la
mal llamada "fe" cuando son incapaces de resolver algún
problema teológico. Así, se justifican diciendo: "Lo
creo aunque no lo entiendo, porque la iglesia lo enseña
así".
Con razón esta clase de fe es tema de crítica y burla.
Es la verdadera "fe ciega", pero no es la clase de fe que
Dios quiere encontrar en sus hijos.
Pedro dijo a las iglesias:"... estad siempre preparados
para
presentar defensa
con mansedumbre y reverencia
ante todo el que os demande
razón
de la esperanza que
hay en vosotros"
(1
Pedro 3:15).
La fe del verdadero cristiano no es ciega, sino que se
basa en la
razón.
Se funda en la
evidencia
firme; se esta–
blece sobre la base de la convicción.
La verdadera fe no se obtiene de pronto en el bau–
tismo. Es algo que se va estructurando con el tiempo. Es el
producto o el resultado de la experiencia, el estudio y la
prueba. La obra continua del Espíritu Santo de Dios en la
vida del cristiano la va produciendo poco a poco. Pablo
dice que la fe es un "fruto del Espíritu" (Gálatas 5:22).
La "fe instantánea" no existe. Ciertamente la fe ver–
dadera y perdurable no se obtiene de pronto, sino primor-