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Las siete leyes del éxito
obliga
a que tomen su propia decisión. De otra manera, ¡su
PROPÓSITO divino sería frustrado!
El Dios vivo ha puesto frente a nosotros dos caminos.
Uno, el suyo, que es la fuente o la
causa
de todas las cosas
buenas que anhelamos ahora y del VERDADERO ÉXITO para
siempre. El otro camino es el del egoísmo, de la vanidad, la
codicia y la envidia. Este último es el camino que la
humanidad ha escogido al rebelarse contra Dios y contra su
ley; es el que
causa
toda la infelicidad, el sufrimiento, los
males y que termina en muerte. ¡Dios nos exige que
escojamos/Pero
al mismo tiempo nos
manda
que escojamos el
camino que conduce al ÉXITO VERDADERO (ver Deuteronomio
30:19).
Necesitamos ayuda
El éxito máximo y
VERDADERO
es algo que no podemos
obtener por nosotros mismos. El ingrediente que hace falta es
la GUÍA y el PODER ESPIRITUAL DE DIOS.
Cada uno en lo individual tiene que tomar la decisión. Le
corresponde a cada uno fijarse la META CORRECTA. Es cuestión
de voluntad propia: Cada individuo tiene que esforzarse al
máximo, luchando por vencer, crecer, desarrollarse espiritual–
mente y perseverar en el camino correcto. Sin embargo, sólo el
Eterno suministra el ingrediente vital: su poder, su amor, su
fe, su guía, ¡su VIDA!
La séptima ley lo cambia todo
¡Entendamos cuán
DIFERENTE
se vuelve toda la vida
cuando se pone en acción esta
séptima
ley del éxito!
Primero, altera completamente la meta principal, como
ya lo hemos explicado. Por supuesto, el individuo puede tener
otras metas menores, tal como una profesión u ocupación que
satisfaga a su vez las necesidades materiales y físicas y le
AYUDE a alcanzar la meta principal. Estas metas menores
siempre deben estar en armonía con la meta principal y deben
contribuir a su cumplimiento.
La meta primordial del que acata la séptima ley del éxito
se convierte de material en espiritual. Esa persona sigue el
CAMINO DE VIDA de los 10 mandamientos. De hecho, vive en
armonía con toda la
Palabra de Dios,
es decir, la Biblia.