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Su Matrimonio Puede Ser Feliz
novelas y la mayoría de los espectáculos, han arrancado
al amor de su más alto pináculo de belleza extática, ¡para arro–
jarlo al fango vulgar de la sensualidad humana!
¡La gente habla de "rendirse" de amor! Pero en realidad
cuando esto es comprendido a través de la palabra de Dios, es
una imposiblidad total "rendirse de amor" a primera vista.
El amor genuino es un afecto profundo, cierto y desintere–
sado. Sale del yo interno. Es un deseo de ayudar,
servir
y de
ofrendar al que es objeto de ese amor.
Y nadie jamás, "sólo porque sí", siente el deseo de dar su
vida, sus energías, su tiempo, trabajo, pensamientos, cuidados,
esperanzas y sueños hacia otro ser humano.
Cuando usted conoce a alguien por vez primera, le dice,
"¿Cómo está usted?" o "Me llamo Fulano de Tal ..." con una
sonrisa amigable y quizás con un apretón de manos.
Después viene un período de conocimiento mutuo. Primero,
por supuesto, se observa el aspecto de la otra persona. Después
su voz, sus ojos, boca, facciones, estatura.
Gradualmente, cuando avanza la familiaridad a través de
prolongadas conversaciones, usted llega a saber de los
antece–
dentes
de la otra persona. Tal vez usted le pregunte: "¿Qué hace
usted?"- dando a entender por supuesto, "¿En qué trabaja?"
Más tarde empieza usted a interiorizarse de las opiniones, senti–
mientos personales, gustos y aversiones, filosofías y tal vez aun
de la religión de la otra persona. En forma gradual usted la
va conociendo.
El
amor
por otra persona, el verdadero amor, no es cosa que
"acontece" accidentalmente. Más bien es el resultado final de
haber llegado a conocerse mutua y realmente, depués de lo cual
nace la
admiración,
el
respeto
profundo, y la
concordancia
con
la otra persona - y el deseo de dar - el deseo de compartir las
vicisitudes de la vida
con
el ser amado.
Recuerde que la naturaleza humana es básicamente
egoísta.
Pero el matrimonio es·una
sociedad
en que los contrayentes se
comprometen a entregarse.
El Dios Todopoderoso ha dado
leyes
básicas en su Pala–
bra, que regulan la unión conyugal. Fue Dios quien
inventó
el