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Su portentoso futuro
las instituciones gubernamentales, pero que nadie conozca el
camino
de la paz mundial? Nadie puede decirnos lo que es el
hombre, si su existencia en la Tierra obedece a algún
propósito, cuál es ese
PROPÓSITO,
a dónde vamos o cómo
llegaremos allí. ¿Parece racional que el hombre, dotado de
poderes tan formidables, se haya acarreado tanta infelicidad,
tantos problemas y males? ¿Acaso lo dispuso así el Creador, el
Dios Todopoderoso?
Es hora de aclarar este misterio. Es hora de plantear la
respuesta a estas preguntas aparentemente insolubles que
desconciertan a todos los pensadores.
El hombre ha rechazado este conocimiento
¿Cuál es el conocimiento más necesario? Es el entendi–
miento de lo que es el hombre, la razón por la cual está en la
Tierra; el conocimiento de cómo realizar su propósito y del
camino a la paz entre individuos, grupos y naciones; la
comprensión de la causa de los males de la humanidad y de la
solución para los mismos; el conocimiento de los valores
acertados: qué es importante y qué carece de valor.
Esta es la dimensión que falta en el saber.
Analicemos la situación que impera en nuestro vibrante
siglo 20. Se supone que esta es la era del esclarecimiento y de
la producción masiva de conocimientos. Mas la ciencia y la
educación han rechazado la única fuente del conocimiento
básico: la revelación. Ninguna religión nos ha dado este
conocimiento, si bien todo se halla en el libro que supuesta–
mente sirve de base para las creencias de tres grandes
religiones del mundo.
Analicemos la situación existente hace más de 1900 años.
Jesucristo vino del cielo con un mensaje de Dios, el cual
contenía este conocimiento. Pero aun de los que creyeron
en
El,
la mayoría rechazaron su mensaje y lo hicieron crucificar a
El por haberlo predicado. Los apóstoles salieron a predicar el
mismo mensaje y también sufrieron martirio, quizá con una
excepción. Antes de terminado el primer siglo, el mensaje del
evangelio de Cristo ya estaba suprimido y se estaba procla–
mando un "evangelio" falso.
Volvamos ahora a los albores de la vida humana en este
planeta. Nuestros primeros padres rechazaron este mismo