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Un mundo secuestrado
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Dios que el hombre se reprodujera según su especie. Pero el
hombre era incapaz de hacerlo por sí solo. Dios completó la
creación física humana al agregar la mujer hecha del hombre.
Dios anestesió al hombre, por así decirlo,
y
le extrajo una
costilla de la cual hizo una mujer quien fue llamada Eva. La
creación física del hombre estaba completa; ahora éste podía
reproducir su especie. Pero aún no estaba completo mental
y
espiritualmente.
La mente humana
y
el cerebro animal
El hombre no podría llegar a tener la imagen del carácter
espiritual de Dios si no tuviera el poder de la
MENTE
que le
hace inteligente
y
le permite pensar, razonar
y
tomar
decisiones.
Las modernas investigaciones científicas sobre el cerebro
han demostrado que las pequeñas diferencias entre el cerebro
animal
y
el cerebro humano no pueden explicar las funciones
inmensamente superiores
y
lo que puede producir el cerebro
humano. Éste puede adquirir conocímientos de química,
geología, astronomía
y
física. Puede pensar, puede aunar
muchos de esos conocimientos por un proceso de pensamiento
y
razonamiento. El hombre tiene la capacidad de tomar
decisiones; tiene la facultad de aplicar juicio
y
sabiduría;
puede apreciar la música, el arte
y
la literatura; puede tener
actitudes de amor, cooperación, simpatía e interés por el bien
de los demás, o al contrario, puede tener actitudes de envidia,
celos, disgusto, odio, competencia, contienda, venganza
y
conspiración para perpetrar el mal. El cerebro animal es
incapaz de todo esto.
Sólo mediante el conocimiento revelado se puede saber la
causa de esta enorme diferencia. La Palabra escrita de Dios
revela que se debe a la presencia del espíritu humano dentro
del hombre, el cual da la chispa, impele e imparte el poder del
intelecto al cerebro físico del ser humano. Este espíritu no
existe en ninguna otra forma de vida física.
Sin embargo, los científicos, atrapados
y
víctimas del
falso concepto de la evolución, no admiten la existencia de
dicho espíritu. Sus mentes están cegadas.
Entendámoslo bien. El espíritu humano no puede ver,
oír, gustar, oler ni palpar; no obstante, todo el conocimiento