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El misterio de los siglos
ocultos que poseemos. Predican la confianza en sí mismo y
la
glorificación del
yo.
Con toda su presunción, ignoran y desconocen los VALO–
RES REALES y el increíble potencial humano.
El valor de la vida humana es ínfimo comparado con lo
que ellos suponen, pero al mismo tiempo su potencial es
incalculablemente mayor de lo que se imaginan.
La verdad viene por revelación. Mientras no se revele,
sigue siendo un misterio oculto a los intelectos engañados y
vanidosos. Repito lo que Jesús dijo en oración: "Te alabo,
Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas
cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los
niños" (Mateo 11:25).
¿Cuál es la verdad acerca del valor del hombre? ¿Cuánto
vale en realidad la vida humana? Su valor ha sido muy
sobreestimado considerando lo que realmente es, pero ha sido
igualmente subestimado si consideramos su potencial su–
premo. La verdad es algo asombroso.
Observemos a un bebé dulce e inocente, nacido hace pocas
horas, o el rostro de un anciano de 80 años que prácticamente
ha completado su vida, y preguntémonos: ¿Cuánto valen esas
vidas ... una que apenas comienza, otra que está por apagarse?
¿Podría usted dar la respuesta correcta?
¡ENTENDAMOS! Este es el punto dificil. Este es el punto
clave donde los eruditos del mundo se salen por la tangente.
La ciencia y la educación superior
dan
por sentado casi
universalmente que no hay nada distinto de la materia.
Niegan la existencia del espíritu, lo que equivale a negar,
aunque sea tácitamente, la existencia de Dios.
La
moderna ciencia de la investigación cerebral nos
enseña que el cerebro humano cumple muchas funciones
imposibles para el cerebro animal, pero que en lo tísico no
hay
prácticamente ninguna diferencia entre los dos. El ani–
mal
no piensa ni razona, no estudia ni puede tomar decisiones
diferentes de lo que le ordena el instinto. No puede saber lo
que sabe el hombre. No tiene actitudes de juicio, sabiduría,
amor, bondad, cooperación, ni conoce la competencia, la
conspiración, la envidia, los celos ni el resentimiento. No
aprecia la música, el arte ni la literatura. No tiene cualidades
ni características espirituales.