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El misterio del hombre
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espíritu humano que, unido al Espíritu de Dios, permitiría
que fuese engendrada en él la vida eterna.
Un ofrecimiento: la vida inmortal
Dios ofreció a Adán la VIDA inmortal por medio del árbol
simbólico de la VIDA. Dios no le rogó ni le obligó a que la
aceptara; simplemente la puso a su disposición. Adán estaba
autorizado para comer de todos los árboles del huerto excepto
el árbol de la ciencia del bien y del mal.
¿Y si Adán hubiera tomado del árbol de la VIDA? ¿Qué
habría sucedido entonces? Usted probablemente nunca ha
oído la respuesta a esta pregunta. Aquel árbol simbólico se
está ofreciendo hoy a los que Dios llama para que vengan a
Jesucristo. Hay una diferencia entre Adán y el cristiano
llamado por Dios. Adán no había pecado, y si escogía el árbol
de vida no tendría necesidad de arrepentirse. Por lo demás,
el cristiano arrepentido, creyente y engendrado por el Espí–
ritu está en la misma situación en que habría estado Adán si
hubiera tomado del árbol de la vida. Adán habría recibido el
Espíritu Santo del Dios inmortal y ese Espíritu se habría
unido con el suyo. Como Adán tenía que escoger, habría
rechazado el camino de Satanás al tomar del árbol de la vida.
Volvamos a la pregunta: ¿Qué habría sucedido si Adán
hubiera comido del árbol de la vida?
Habría recibido el Espíritu Santo de Dios y éste se
habría unido con su espíritu humano. El hombre no estaba
completo mental ni espiritualmente hasta que recibiera el
Espíritu de Dios. Este Espíritu lo habría unido mental y
espiritualmente con su Hacedor. Entonces habría sido engen–
drado como hijo de Dios, lo mismo que el cristiano de hoy
convertido y engendrado por el Espíritu.
Habría recibido, pues, el Espíritu Santo de Dios, el cual
se habría unido con su espíritu humano engendrándolo como
hijo de Dios, impartiéndole las arras de
la
vida inmortal y
uniéndolo con Dios.
Sería como el cristiano de hoy engendrado por el Espí–
ritu, de quien se dice: "... Cristo en vosotros, la esperanza de
gloria" (Colosenses 1:27). La mente de Dios está en nosotros
(Filipenses 2:5), y del mismo modo, la mente de Dios habría
estado en Adán. Pero no sucedió así, sino que la mente y la