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El misterio de la civilización
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lo que vemos. Cierto autor escribió sobre una máquina de
tiempo que transportaba a las personas al pasado. Si existiera
semejante máquina, deberíamos remontamos 6.000 años
atrás para ver lo que estaba sucediendo en aquel huerto del
Edén, cuando el mundo se fundó. Allí fue donde empezó esta
civilización. Así entenderíamos mejor por qué se habla ahora
de que el
fin
del mundo es inminente.
¿Cómo se desarrolló nuestra civilización hasta alcanzar
su estado actual en el siglo 20? ¡Es un misterio para todo ser
pensante! Por supuesto, la mayoría de las personas no suelen
reflexionar detenidamente y jamás llegan a hacerse
la
pre–
gunta. Pero si alguien la hace, descubre que el asunto está
envuelto en el misterio.
Comprendámoslo.
Ya hemos explicado cómo Dios creó al hombre con el
propósito supremo de reproducirse por medio de él. Para
cumplir este propósito, era necesario crear en el hombre, con
su propio consentimiento, voluntad, esfuerzo y alegría, aquel
carácter espiritual supremo de Dios. Si Dios se propuso
hacerlo así, ¿por qué nos puso en la tierra? ¿Por qué escogió
este planeta?
La
tierra inconclusa
Dios puso al hombre aquí para que restableciera el go–
bierno divino en la tierra. En un principio nuestro planeta
estuvo poblado por Lucero y sus ángeles. Dios los había
puesto sobre la tierra inconclusa. Recordemos que Dios crea
en etapas duales, como una mujer que prepara una torta, que
primero la hornea y luego
la
decora. La sustancia y la masa
de la tierra se habían creado antes de que los ángeles
la
poblaran, pero Dios quiso que los ángeles perfeccionaran
la
superficie terrestre, que la mejoraran y embellecieran. Con
este objeto les dio su gobierno, que había de regir su conducta
en el desempeño de esta tarea.
Dios puso a Lucero en el trono para que administrara el
gobierno en armonía y cooperación. Pero Lucero se rebeló.
Transformó la cooperación y la actividad armoniosa en com–
petencia, maldad, rebeldía y destrucción. La luz en la tierra
se convirtió en tinieblas. La superficie terrestre quedó aso–
lada, caótica y descompuesta.