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El misterio de los siglos
Cierto es que la nación de Israel fue el pueblo escogido
de Dios. Pero entendamos: No era el "pueblo consentido" ni
lo escogió Dios para hacerle algún favor especial.
Lo
escogió
con un
PROPÓSITO
dentro de los
preparativos para el estable–
cimiento del reino de Dios.
¡La historia es fascinante! El "misterio de Israel" es algo
muy significativo dentro del plan de Dios para
todos los
pueblos.
Sin este conocimiento esencial, no se puede com–
prender el verdadero propósito ni el increíble potencial del
hombre.
El plan maestro
¡El Dios creador
se está reproduciendo
en el hombre! El
PROPÓSITO
trascendental de Dios es algo verdaderamente
excelso, y el establecimiento de
la
antigua nación de Israel fue
parte integral de ese plan maestro supremo.
Transcurridas siete generaciones desde el diluvio, el
Eterno encontró a un individuo dispuesto a obedecerle. Su
nombre era Abram y vivía en Harán, en
la
Mesopotamia.
Éste había de convertirse en modelo o símbolo de Dios el
Padre. De él descendió la nación de Israel. En esta nación
surgieron los profetas de Dios y más tarde el propio Hijo de
Dios: Jesucristo.
El destino de un hombre
Abram (ese fue su nombre original) no buscaba a Dios.
Pero Dios quiso llamarlo y probarlo.
Las
Sagradas Escrituras
llaman a ese patriarca "padre de todos los creyentes" (Roma–
nos 4:11). Dios lo llamó con un propósito muy especial. Ese
propósito no era "darle la salvación" ni "llevárselo al cielo".
Dios lo llamó porque vio en él un potencial de liderazgo y
obediencia.
Lo
llamó a
fin
de prepararlo para un servicio muy
especial y para cumplir más tarde un alto cargo en el reino
de Dios, el venidero mundo de mañana. Ahora citaré de un
libro que escribí hace más de 50 años, titulado
La llave
maestra de la profecía,
comenzando en la página 16:
A este individuo, Abram, Dios le dijo: "Vete de tu tierra
y
de tu parentela,
y
de la casa de tu padre, a la tierra que
te mostraré. Y haré de ti una nación grande ..." (Génesis
12:1-2).