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El misterio de Israel
promesas hechas a Abreham, la parte que habla de la gracia
que
sería
dada por la "simiente": Jesucristo el Mesías.
¿Cuánta tierra? ¿Naciones de qué tamaflo?
Estas no son promesas casuales
y
carentes de impor–
tancia. Son básicas, son el fundamento de grandes potencias
mundiales
y
la base de la salvación espiritual personal. Son
la esperanza de vida eterna para todo ser humano. Estas
son promesas magníficas. El Dios creador basó en ellas el
futuro de toda la humanidad.
Jesucristo vino "para confirmar las promesas hechas a
los padres" (Romanos 15:8), los cuales fueron Abreham,
Isaac
y
Jacob.
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Transcurridos 430 años, Dios fundó la nación de Israel,
formada por los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob,
cuyo nombre se cambió por el de Israel.
Para sacar a este pueblo de la esclavitud en Egipto y
dirigirlo a la Tierra Prometida, Dios llamó a Moisés. Moisés
no estaba buscando a Dios, pero Dios lo había preparado
haciéndolo criar como príncipe en el palacio del faraón en
Egipto. Ahora, después de un período de capacitación para el
liderazgo, Dios lo llamó a salir del mundo para que dirigiera
a los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob y los sacara
de la esclavitud en Egipto.
¿Por qué una nación escogida?
Esto nos trae nuevamente a la pregunta: ¿POR
QUÉ
le–
vantó Dios a esta nación hebrea como su "pueblo escogido"?
¿PARA
QUÉ,
si nunca les dio su Espíritu Santo?
Hay que notar aquí un punto. Es probable que estas
personas hayan sido todas (o casi todas) de la raza blanca, sin
modificación desde la creación.
Cuando Jacob y sus hijos y familias llegaron a Egipto
llamados por José, se mantuvieron en la región de Gosén,
separados geográficamente de los grandes centros demográfi–
cos de Egipto.
Con relación a esto, volvamos un momento a Abraham.
El Patriarca impidió que su hijo Isaac se casara con una
mujer cananea y le buscó esposa entre sus propios parientes
de la Mesopotamia. Al siervo encargado de buscar esposa
para su hijo, Abraham le dijo: "No tomarás para mi hijo