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El misterio de los siglos
esto se confirma
más
tarde cuando Dios la repite con mayor
detalle.
Leámosla cuidadosamente y entendamos estas prome–
sas: "Y siendo Abram de edad de noventa y nueve años, se
le apareció el Eterno y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso;
anda delante de
y
perfecto. Y pondré mi pacto entre
mí y ti, y
te
multiplicaré en gran manera
...
y serás padre
de muchedumbre de gentes. Y no se llamará
más
tu nombre
Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he
puesto por padre de muchedumbre de gentes ... y haré
NACIONES
de ti, y reyes saldrán de ti" (Génesis 17:1-6).
Nótese que la promesa aquí es condicional: depende de
que Abraham lleve una vida de obediencia.
La
"nación
grande" se convierte ahora en "muchedumbre de gentes", en
"naciones" (plural, más de una). Esto no puede referirse a
una sola "simiente", Cristo, como lo demuestra el versículo
6.
"Y te multiplicaré en gran manera, y
haré
naciones
de
ti, y
reyes
[más
de uno] saldrán de ti". Estas naciones y
reyes
saldrán
de Abraham; esto es, una generación física
que incluye muchedumbre de gentes. No se trata de un solo
descendiente a través del cual individuos dispersos pueden
convertirse en hijos de Abraham al ser engendrados espiri–
tualmente (Gálatas 3:29). Los cristianos dispersos, indivi–
duales, no forman
NACIONES.
Cierto es que la Iglesia se
llama
un "real sacerdocio, nación santa" (1 Pedro 2:9), pero
la Iglesia de Cristo no está dividida en naciones. Aquí se
está hablando no de la gracia sino de la promesa nacio–
nal.
"Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia
después de ti en sus generaciones ... Y te daré a ti, y a
tu
descendencia después de ti,
la
tierra
en que moras, toda la
tierra de Canaán [Palestina] en heredad perpetua; y seré el
Dios de
ELLOS"
(Génesis 17:7-8).
Nótese que la tierra (la posesión material) se promete
a los descendientes, en plural, puesto que dice que es el Dios
de "ellos", no de "él".
Ahora examinemos esta promesa cuidadosamente.
El potencial de convertirse en grandes naciones de–
pende de las promesas que el Eterno creador hizo a Abra–
ham.
La
única esperanza de vida después de la muerte para
cualquier individuo, cualquiera que sea su raza, nacionali–
dad o religión, depende de la parte espiritual de estas