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El misterio de Israel
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Ese castigo nacional, o sea la retención de las promesas
de
la
primogenitura que se referían a
la
prosperidad y el
poderío nacionales, se aplicaba únicamente a
la
casa de Israel
encabezada por las tribus de Efraín y Manasés.
El cumplimiento de esas promesas precisamente en el
año 1800 constituye uno de los episodios más asombrosos de
la Biblia y de la historia universal. Este cumplimiento, paso
a paso, se revela en nuestra publicación gratuita
La
llave
maestra de la profecía.
Israel prometió obedecer a Dios, pero no lo hizo. Mien–
tras Moisés se encontraba en el monte Sinaí con el Eterno,
recibiendo instrucciones, el pueblo fundió un becerro de oro
para adorarlo en lugar del Eterno Dios. Por sus murmuracio–
nes, su falta de fe y su desobediencia, Dios les impidió la
entrada a la Tierra Prometida por 40 años.
Al cabo de estos 40 años, Moisés murió. Los israelitas
cruzaron el río Jordán a la Tierra Prometida bajo el liderazgo
de Josué. En vida de Josué, más o menos obedecieron a Dios,
pero no del todo.
Muerto Josué, cada individuo hizo lo que le parecía bien
a sus propios ojos. Por su desobediencia, estas personas
habían de caer en el cautiverio a manos de los reyes vecinos.
Entonces clamarían al Eterno y Él enviaría un dirigente para
que los librara. El proceso se repitió una y otra vez.
Israel exige un rey humano
Transcurridas algunas generaciones, Dios les dio un pro–
feta que los dirigiera y los guiara: el profeta Samuel. Pero
entonces el pueblo, siguiendo el ejemplo de las naciones
vecinas, quiso tener un rey humano que los gobernara. Dios
le dijo a Samuel que no lo estaban rechazando a él sino a Dios
mismo. Samuel había gobernado como siervo de Dios, y el
gobierno en realidad había sido de Dios.
Dios les dio lo que pidieron: el rey Saúl, un líder de
talla
alta e imponente. Mas Saúl desobedeció y Dios lo remplazó
con el rey David. Personalmente, David no estaba libre de
pecado. Pero la diferencia en su caso era que cada vez que
caía se arrepentía y no cometía más ese pecado. Así, David
llegó a ser un hombre "conforme al corazón de Dios". Escri–
bió un libro importantísimo en
la
Biblia: el de los Salmos.