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El misterio de Israel
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tros falsos que se niegan a predicar con autoridad los manda–
mientos y los caminos del Dios viviente.
Incluso en Estados Unidos la moneda lleva grabadas las
palabras "En Dios confiamos". Pero en realidad confían en
aliados extranjeros y en el ingenio del hombre, no en Dios.
Robar a Dios
Dios tiene leyes económicas para las naciones. Dice que
ellO por ciento del producto, o renta bruta, de cada persona
pertenece a Él para sus propósitos y su obra.
En Malaquías 3:8-10 leemos: "¿Robará el hombre a
Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué
te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos
sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me
habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí y haya
alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice el
Eterno de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los
cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobre–
abunde".
Después del año 1800 las naciones de habla inglesa
prosperaron por causa de la obediencia de Abraham y las
promesas inquebrantables que Dios le había hecho. Pero
habiendo recibido la prosperidad individual y nacional, estas
naciones pecan robándole a Dios. Esto las ha puesto bajo
maldición. Esas naciones han ganado su última guerra. De
ahora en adelante sólo tendrán problemas hasta que se arre–
pientan.
El diezmo de Dios es sagrado para Él (Levítico 27:30). El
sábado de Dios, el séptimo día de cada semana, es sagrado
para Él. Pero las naciones no han hecho diferencia entre lo
santo y lo profano (Ezequiel 22:26).
Aceptación pública del pecado
Los pecados individuales y nacionales han logrado am–
plia aceptación entre el público.
A comienzos de 1927, cuando empecé el estudio de la
Biblia que llevó a mi conversión, mi esposa y yo solíamos
visitar diferentes iglesias en busca de la verdad. Cierto do–
mingo por la mañana asistimos a los servicios religiosos en
una iglesia bautista de la ciudad de Portland, Oregón. Allí