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El misterio de la Iglesia
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Antes de que María concibiera, Dios le había dicho por
medio de su ángel: "Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás
a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Éste será grande,
y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el
trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para
siempre, y su reino no tendrá fin" (Lucas 1:31-33). Su evan–
gelio fue la buena noticia de ese reino, el reino de Dios.
Es importante que entendamos en este punto que du–
rante su vida humana Jesús fue al mismo tiempo Dios y
hombre. La profecía de Isaías 7:14 habla de María, madre de
Jesús, como la virgen que tendría un hijo. El nombre del Hijo
según esta profecía sería Emanuel, que significa "Dios con
nosotros" (Mateo 1:23). En otras palabras, Jesús era Dios y
también era hombre. No tuvo padre humano. Su padre fue el
Dios todopoderoso quien lo engendró por medio de su Santo
Espíritu.
Pero si bien Jesús fue "Dios con nosotros", también fue
humano como todos nosotros, y sujeto a las tentaciones como
lo somos todos. Aun siendo Dios en la carne, se desempeñó
en su ministerio como ser humano. Recordemos que Él fue
el segundo Adán. Era necesario que como humano rechazara
el "árbol prohibido" y aceptara el árbol de la vida. Era
necesario que hiciera lo que pudo haber hecho el primer
Adán: optar por confiar enteramente en Dios el Padre. Dios
estaba dentro de Jesús y éste obedecía a su Padre en todo.
Así llenó los requisitos para quitarle a Satanás el trono de la
tierra.
Jesús era Dios
¿Por qué era necesario que Jesús fuese Dios en carne
humana? ¿Por qué tenía que ser Dios? ¿Por qué tenía que
ser hombre? Como Dios, era el Hacedor de toda la humanidad.
Colosenses 1:16 revela que Dios creó todas las cosas por medio
de Jesucristo. Cuando Cristo nació como humano, su vida como
Hacedor nuestro era muy superior a la suma total de todas las
vidas humanas. Como son los hombres los que han pecado y
caído bajo la pena de muerte, la ley de Dios exigía la muerte
humana como pena por los pecados del hombre. Siendo Jesús
nuestro Hacedor, era el único hombre cuya muerte podía pagar
la pena por los pecados de todos.