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El misterio de los siglos
Penn 100 años antes de que los Estados Unidos se establecie–
ran como nación.
Me crié desde la niñez en la fe cuáquera, pero en esos
años de formación mi interés en ésta era pasivo.
A los 18 años abandoné todo interés por la religión y dejé
de asistir a la iglesia. Me había hecho un autoanálisis intenso,
junto con un estudio de los oficios y profesiones para saber
cuál me convendría. No quería dedicarme a algo que fuese
ajeno a mis aptitudes.
Había observado que la mayoría de las personas eran
víctimas de las circunstancias. Pocas habían planeado su
futuro con inteligencia. La mayoría estaban cumpliendo cual–
quier oficio que se les hubiera presentado. No habían esco–
gido el lugar del país o del mundo donde les convendría vivir.
Se movían en el mundo empujados aquí y allá por las circuns–
tancias. Los que habían ido a la universidad estudiaron la
carrera que les llamó la atención en ese momento.
Cuando tenía apenas 16 años, cierto individuo que me
había contratado para trabajar durante las vacaciones de
verano me encomió y me animó por un trabajo bien hecho,
y al hacerlo despertó en mí el fuego de la aspiración. Tener
aspiraciones no es sólo el querer hacer algo sino tener la
fuerza de voluntad para llevarlo a cabo y estar dispuesto a
pagar el precio.
Este autoanálisis me llevó a la profesión de la publicidad
y al mundo de los negocios. En vez de los placeres juveniles,
opté por el estudio diligente.
Tuve un éxito inusitado. Me esforzaba mucho y tenía
reputación de afanoso. Estudiaba con diligencia y hacía todo
lo posible por superarme. Todo esto desarrolló, como es
natural, una gran confianza en mí mismo, que más tarde
había de remplazarse con una confianza muy distinta:
fe
en
Cristo.
Procuraba escoger empleos donde pudiera aprender, y
me "vendía" al patrono. Los campos de mi preferencia eran
aquellos que me ponían en contacto con hombres de éxito.
En 1915 fundé mi propio negocio como representante de
editores en la ciudad de Chicago. Representé las nueve revistas
más importantes del país en el campo de la banca. Eran revistas
que llegaban a las manos de los altos funcionarios bancarios.