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La
revelación de los siete misterios
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Hacía negocios con los presidentes de las mayores empresas
industriales. Asistía a convenciones de banqueros estatales y
nacionales y conocí a muchos altos funcionarios de Chicago y
de Wall Street (sede de la bolsa en Nueva York). Antes de
cumplir los 30 años de edad percibía un ingreso anual
equivalente a unos US$375.000 de hoy.
Cuando me encontraba a este nivel de éxito en mi carrera,
Dios empezó a trabajar conmigo.
Un llamado que no reconocí
Hacía poco había contraído matrimonio. Unos días des–
pués de la boda, estando en Chicago, mi esposa tuvo un sueño
tan vívido e impresionante que la abrumó y la conmovió profun–
damente. Fue tan real que parecía más bien como una visión.
Durante los dos o tres días que siguieron, todo lo demás parecía
irreal, como cuando uno está aturdido; sólo aquel extraordina–
rio sueño parecía real.
En su sueño, ella y yo estábamos atravesando una ancha
encrucijada en el centro de Chicago a dos o tres cuadras de
nuestro apartamento. Entonces apareció de repente algo impre–
sionante en el cielo. Era un espectáculo deslumbrante: el firma–
mento se llenó de una gigantesca masa de estrellas brillantes
que tomaron la forma de una inmensa bandera. Las estrellas
empezaron a titilar y a separarse hasta irse desvaneciendo.
En su sueño, cuando ella me decía que mirara las estrellas que
se desvanecían, apareció otro grupo de estrellas brillantes que
titilaron, se separaron y se desvanecieron como las prime–
ras.
Mientras ella y yo, en su sueño, mirábamos hacia arriba,
aparecieron en el cielo tres grandes aves blancas entre noso–
tros y las estrellas que se desvanecían. Estas tres grandes aves
blancas volaron directamente hacia nosotros. Cuando se acer–
caron, ella se dio cuenta de que eran ángeles.
Uno o dos días después del sueño, mi esposa escribió una
carta a mi madre. Por casualidad la encontré años después
entre unas antiguas fotografias de la familia. Mi esposa
continuaba así el relato: "Entonces me di cuenta de que era
Cristo que regresaba y me sentí tan feliz que empecé a
gritar
de alegría. Pero de repente pensé en Herbert y me sentí
preocupada".