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La revelación de los siete misterios
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Los dos desaños tenían un mismo punto de partida: el
libro del Génesis y el tema de los orígenes, si bien este era
sólo el principio.
Los desaños se presentaron en un momento de la vida
cuando yo tenía mucho tiempo libre. Me dediqué al estudio
con intensidad.
La Biblia
y
Darwin
No empecé mis investigaciones con el Génesis. Primero
ahondé en las obras de Darwin, Lyell, Haeckel, Huxley,
Spencer, Vogt, Chamberlin y More. Luego fui más atrás, a las
obras de Lamarck y su teoría del "uso y desuso" que fue
anterior a la hipótesis darviniana de la "supervivencia del
más apto".
A primera vista, los escritos parecían convincentes (y
tiene que ser así, pues de lo contrario no habrían alcanzado
aceptación universal en el mundo de la educación superior).
Vi claramente cómo la educación había quedado presa en las
garras del concepto evolucionista.
La evolución es el intento del ateo por explicar la presen–
cia de una obra creada sin la preexistencia de un Creador
inteligente.
Esta primera etapa de mis investigaciones sacudió mi fe
en la existencia de Dios. Me hizo comprender que yo había
dado por hecho,
sin probarlo, que Dios existía porque era lo
que me habían enseñado toda la vida. Estaba perplejo.
¿Quería decir esto que todo lo que siempre había creído era
un mito y un error? ¡Ahora estaba decidido a averiguar la
VERDAD!
Mi mente se estaba despojando de las ideas y creen–
cias que había aceptado sin vacilar.
Entre los autores que sostenían el concepto evolucio–
nista, sólo el Dr. P. E. More había entresacado muchas dis–
crepancias de la teoría, si bien estaba de acuerdo con la
doctrina en general.
En primera instancia, yo tenía que comprobar o refutar
la existencia de Dios. No fue un estudio superficial ni por
salir del paso. Proseguí la investigación como si de ella
dependiera mi vida ... y en realidad, así era. También de ella
dependía mi matrimonio. Junto con los libros citados, estudié
otros que sostenían los argumentos contrarios.