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El misterio de los siglos
Después de nueve años de felicidad matrimonial, ¡mi
esposa comenzó a guardar el sábado en vez del domingo!
¡Me quedé atónito! Estaba furioso. Esto, para mí, era
simple fanatismo religioso. ¿Qué pensarían mis amigos y
colegas? Pero ella insistía en que había hallado
tal
enseñanza
en la Biblia.
Vinieron a mi mente todos los argumentos posibles, mas
ninguno sirvió.
-Pero la Biblia dice: 'Guardarás el
DOMINGO'
-protesté.
-¿Me puedes mostrar dónde? -preguntó ella.
-No. No conozco muy bien la Biblia. Mis intereses han
sido en el campo de los negocios. Pero no pueden estar
equivocadas todas las iglesias. Ellas toman sus creencias de
la Biblia y todas guardan el domingo.
Con una sonrisa sincera, pero que a mí me exasperaba,
mi esposa respondió:
-Si puedes mostrarme un pasaje de la Biblia que ordene
guardar el domingo, yo lo guardaré.
No pude evadir el desafío. ¡De él dependía mi matrimo–
nio!
Al mismo tiempo, una cuñada mía recién casada y gra–
duada de la universidad me lanzó un segundo desafío humi–
llante:
-Herbert Armstrong -me acusó con desprecio-, eres
sencillamente
ignorante.
Cualquier persona medianamente
educada
sabe
que la vida humana surgió por evolución.
Yo era orgulloso. No había descuidado el estudio. Creía
conocer la teoría de la evolución, y no creía en ella. Pero
ahora tuve que reconocer que jamás había hecho un estudio
profundo y detallado del tema.
Este desafío, que hube de afrontar en seguida del "fana–
tismo" de mi esposa, fue humillante. El doble atentado contra
mi orgullo me golpeó precisamente cuando mi negocio había
fracasado por segunda vez. El efecto fue demoledor. Me sentí
perfectamente frustrado. No obstante, me propuse demostrar
que tanto mi esposa como mi cuñada estaban equivocadas.
El doble desafío me llevó a emprender un estudio deci–
dido. Durante seis meses estudié intensamente, casi día y
noche, hasta encontrar la respuesta. Y aun después de encon–
trarla, el estudio continuó ... hasta el día de hoy.