Página 87 - Spanish

Versión de HTML Básico

Los éngeles y los espirltus malignos
73
empezó a renovar la faz de la tierra después de la colosal
debacle de los ángeles?
Había creado la tierra como algo hermoso y perfecto. La
pobló de ángeles santos, probablemente millones. Sobre ellos
puso por rey al querubín Lucero, arcángel que desde entonces
ocupó el trono de la tierra. Lucero fue la obra maestra
suprema del poder creativo de Dios como ser espiritual
creado individualmente. Fue el más perfecto en hermosura,
poderío, mentalidad, conocimientos, intelecto y sabiduría que
Dios pudiera crear. Dios no puede crear instantáneamente,
por decreto, nada que sea superior ni más perfecto.
No obstante, este ser lleno de conocimientos, con capaci–
tación y experiencia adquiridas al lado del trono de Dios en
el cielo
y
versado en la administración del gobierno divino,
había rechazado ese gobierno. Había corrompido su camino.
Se había rebelado negándose a administrarlo
y
acatarlo. Ha–
bía alejado a todos sus ángeles del camino recto arrastrándo–
los hacia el pecado de rebelión.
Parece que la tierra había sido creada simultáneamente
con todo el universo. No hay indicios en la Palabra de Dios
revelada, ni en la ciencia, de que alguno de los planetas de
nuestro universo interminable haya albergado alguna forma
de vida. Pero Dios no hace nada en vano. Todo lo que hace
tiene un propósito.
Al parecer, todos los planetas del universo están en un
estado de caos
y
vacuidad
AHORA.
Están descompuestos
(tohu
y
bohu)
como lo estuvo la tierra según la descripción
de Génesis 1:2. Pero Dios no los creó en semejante estado,
como nuestra luna. La descomposición
no
es el estado
original de la creación sino el
resultado de un proceso de
deterioro.
Es evidente que si los ángeles, ahora caídos,
hubiesen conservado
la
tierra en su estado original de
hermosura, mejorándola, siguiendo las instrucciones de Dios
y
acatando su gobierno, se les habría ofrecido el potencial
inmenso de poblar todo el vasto universo y de cumplir allí
un formidable programa de creación. Mas cuando se hicie–
ron traidores en la tierra, su pecado debió traer la destruc–
ción física simultáneamente sobre los demás planetas del
universo, que estarían condicionalmente
y
en potencia bajo
su mando.