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EL SEGUNDO MANDAMIENTO
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Está visto, por lo tanto, que cuando los hombres o las naciones
quebranten el primer mandamiento-
"No tendrás dioses ajenos
delante de mí"- automáticamente
traen sobre sí su posteridad
inevitable CASTIGO que se traduce en sufrimiento y miseria.
Cuando los hombres se apartan del verdadero Dios, se separan a sí
mismos del
Originador
y Creador de su ser, del propósito de la
vida, de las
leyes
que pudieran darles felicidad, paz y gozo. Los
hombres, apartados del verdadero Dios, llevan una vida de vacui–
dad, frustración y miseria.
El hombre que a sí mismo se priva de la auténtica adoración al
Dios verdadero,
está incompleto.
Con todo, él ha de adorar sólo a
ese
Dms -
"No tendrás dioses ajenos delante de mí".
El segundo mandamiento
enunciado
El
segundo
mandamiento nos dice CÓMO adorar al verdadero
Dios fiSica y espiritualmente. Es decir, este mandamiento pone de
manifiesto qué
añagazas
(artificios engañosos) debemos evitar en
nuestra adoración, y cómo debemos ordenar nuestros pensamien–
tos. Además, nos revela la continua
benedición o castigo
que recae
sobre nuestra progenie como resultado de la FORMA en que adore–
mos al Todopoderoso.
"No
TE HARÁS IMAGEN, NI NINGUNA SEMEJANZA DE
LO
QUE
ESTÉ ARRIBA EN EL CIELO, NI ABAJO EN LA TIERRA, NI EN LAS
AGUAS DEBAJO DE LA TIERRA.
No
TE INCLINARÁS A ELLAS, NI LAS
HONRARÁS;
porque yo soy el Eterno tu Dios, fuerte, celoso, que
visito la maldad de los padres sobre los hijos, hasta la tercera y
cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a
millares, a los que me aman,
y
guardan mis mandamientos"
(Exodo 20:4-6).
Es en extremo difícil para la mente natural del hombre creer
firmemente y entender las cosas [o seres] espirituales. Dios antevió
esto y, por consiguiente, prometió darnos la principal ayuda que
nosotros necesitamos para adorarle: "Pues si vosotros, siendo
malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más
vuestro Padre celestial
dará
el EsPÍRITU SANTO a los que se lo
pidan?" (Lucas 11:13). "Si me amáis [adoráis], guardad mis man–
damientos. Y yo rogaré al Padre, y os
dará
otro Consolador, para
que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad ... el
Consolador, el
Espíritu Santo,
a quien el Padre enviará en mi