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LOS DIEZ MANDAMIENTOS
Después de la invocación, "Padre nuestro que estás en los
cielos", o sea la aproximación del hombre a Dios, hay tres peticio–
nes eslabonadas, y luego sigue una frase que condiciona estas tres
peticiones, no nada más la última. La correcta traducción debería
ser como sigue: "Padre nuestro que estás en los cielos, santificado
sea tu nombre, venga tu reino, sea hecha tu voluntad, como en el
cielo, así también en la tierra". La frase, "como en el cielo, así
también en la tierra", tiene referencia, no meramente a "sea hecha
tu voluntad", sino a "venga tu reino", y a "santificado sea tu
nombre".
Los pensamientos contenidos en lo que es conocido como "El
Padrenuestro" - la santificación del nombre de Dios, la venida de
su Reino y el hacer su voluntad - son simplemente fases diferen–
tes del mismo asunto: porque el hombre santifica el nombre de
Dios si se somete a su Reino y gobierno, y si hace su voluntad y
obedece sus leyes.
El simple hecho de emitir el sonido fonético del nombre de
Dios en reverencia, es solamente una pequeña parte del cumpli–
miento del tercer mandamiento.
Jesús preguntó:
"¿Y
por qué me llamáis: ¡Señor! ¡Señor! y no
hacéis lo que yo digo?" (Lucas 6:46). ¡Oración sin obediencia es
una forma artificiosa de BLASFEMIA!
La gente que supone ser religiosa, que habla acerca de religión
y de Dios, pero REHUSA obedecer su Palabra y su LEY, es culpable
de mayor pecado que el hombre que sigue su propio camino carnal
y por lo menos se niega a fingir lo que no es. La alabanza ofrecida a
Dios enturbiada por
rebelión
hacia sus caminos y sus leyes, es
ciertamente blasfemia -es tomar el nombre de Dios en vano!
El hombre que predica y ora con labios elocuentes, hermosa
fraseología y devota actitud, pero en su casa quebranta el más
pequeño de los mandamientos de Dios (Mateo 5:19), es culpable
de BLASFEMIA.
Y
aunque logre engañar al mundo, jamás engañará
a Dios.
Si el hombre usa el nombre de Dios por
vanidad,
si la verdad e
incuestionable obediencia no están detrás de su adoración, es
mejor que no adore del todo.
Y
notemos aquí - como ya lo hemos implicado - que el
hombre que frívola o vanamente usa el nombre de Jesucristo,
quebranta también el tercer mandamiento. Porque Jesucristo es
DIOs. El apóstol Pablo, inspirado por Dios escribió en Hebreos: