Página 37 - Spanish

Versión de HTML Básico

EL TERCER MANDAMIENTO
39
el banquillo de los testigos. El burlesque que hacen los hombres de
negocios, políticos y aun profesores universitarios, que toman el
nombre de Dios en vano, sobre el banquillo de los testigos en
muchos tribunales, da amplia prueba de esta aservación.
Títulos religiosos que deben evitarse
Hablando sobre el uso de ciertas expresiones en calidad de
título religioso, Cristo dijo: "Y no llaméis padre vuestro a nadie en
la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos"
(Mateo 23:9). Aunque es flagrante y obvio el abuso de este manda–
miento en muchas organizaciones religiosas, la anterior declara–
ción de la Palabra de Dios es bien clara para cualquiera que desea
obedecerla.
Nuestro único "padre" espiritual es DIOs. Cualquier aplica–
ción que de esta palabra se haga a un hombre, a manera de título
religioso, es simplemente una
directa blasfemia
contra el Creador
Supremo.
Otra mala aplicación del divino nombre, es la atribución que
del término "Reverendo" se da a cualquier ser humano - sea éste
ministro o lo que sea - porque Dios se aplica ese título a sí mismo
solamente: "El ha enviado redención a su pueblo; para siempre ha
ordenado su pacto; santo y reverendo [temible dice en la versión
castellana] es su nombre" (Salmo 111:9).
"Reverendo" es aquel que merece ser reverenciado - que es
digno de
ADORACIÓN.
¡Ningún mortal es digno de tal título! Aun
un siervo de Dios tan grande como el apóstol Pablo fue inspirado
por el Espíritu Santo para escribir: "Porque yo sé que en mí (es a
saber, en mi carne),
NO MORA EL BIEN"
(Romanos 7:18). Cual–
quiera que piensa que es digno de adoración - o que merece el
título de "Reverendo" - algún día va a tener que
ARREPENTIRSE
de quebrantar el tercer mandamiento!
El pecado más común
Cuando Cristo enseñó a sus discípulos a orar, y a la vez a
nosotros, como cristianos, estableció la manera correcta de aproxi–
mación al Todopoderoso y la actitud de reverencia con que se debe
valuar su oficio y su nombre. En las frases de apertura de lo que
comúnmente se conoce como "El Padrenuestro", las más de las
traducciones autorizadas de la Biblia nos dan una falsa puntua–
ción.