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EL SEXTO MANDAMIENTO
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tiempo.
Dios OTORGÓ esa vida con el supremo PROPÓSITO de prepa–
rar un hijo más que permaneciera en su reino y familia para
siempre.
La
dádiva
de la vida, el aliento y las aptitudes, lo incluye
todo. Es el don más maravilloso de que el hombre tiene conoci–
miento.
La
privación
de la vida lo acaba todo. Cruel e insospechada–
mente HACE AÑICOS las esperanzas y sueños y planes de un hombre
hecho a la imagen misma del CREADOR. Es una infame usurpación
que hace el hombre de la prerrogativa que le pertenece sólo a Dios,
Autor de la vida - único que tiene la autoridad de quitarla
(Job 1:21-22).
Por esa razón
cualquier
forma de homicidio es uno de los
diez
pecados capitales.
Eso es DESTRUIR la más alta creación del
Todopoderoso. En efecto, es un intento de frustrar el PROPÓSITO
mismo del gran soberano GOBERNADOR del universo.
El
Dador
de toda vida es Dios. Y al mísero mortal
no le
incumbe en lo absoluto interferir en el curso de tan excelsa dádiva
de Dws.
Aplicación personal del mandamiento
Jesucristo vino al mundo a "magnificar" la ley de Dios y a
hacerla honorable (ls. 42:21). (Véase la Versión Moderna). Jesús
arrojó un rayo luminoso, por decirlo así, sobre los Diez Manda–
mientos, y mostró el real
intento
y
significado
espirituales de éstos
en toda la vida del cristiano.
Jesús dijo: "Habéis oído que fue dicho a los antiguos: No
matarás; y aquel que matare quedará expuesto al juicio. Mas yo os
digo, que todo aquel que se aira sin causa contra su hermano,
quedará expuesto al juicio; y el que dijere a su hermano ¡Imbécil!
quedará expuesto al concilio; y el que le dijere: ¡lnsenato! quedará
expuesto al fuego del infierno" (Mt. 5:21-22, Versión Moderna).
Aquí se le sigue el rastro al homicidio hasta dar con su origen
- el odio y la ira. Cristo declaró que si el enojo personal llenaba el
corazón de uno de sus súbditos, tal persona quedaría bajo peligro
de
juicio.
Si ese enojo arrastra al hombre a albergar total desprecio
y repulsión por su prójimo, el culpable quedará expuesto al conci–
lio - el
castigo
de Dios. Si cegado por el rencor y el enojo el
hombre le dice a su hermano "¡Imbécil!", expresión que en el
griego original denota
condenación,
tal hombre "quedará expuesto