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LOS DIEZ MANDAMIENTOS
le presenta la pantalla de su televisor, o la sala de espectáculos del
barrio.
Jesús dijo: "Pero yo os digo que cualquiera que mira a una
mujer para
CODICIARLA,
ya adulteró con ella en su corazón"
(Mateo 5:28).
Y lo mismo es con el
odio
y la
violencia
y el
homicidio.
Si
usted "mira" esta clase de cosas noche tras noche y abriga estos
pensamientos en su mente y en su corazón, irremediablemente
será
CULPABLE,
en espíritu, por lo menos, de las mismas acciones
con que satura su corazón y su mente.
¡Ya es tiempo de sacudir el letargo!
¡Ya es tiempo de que los
cristianos
que profesan serlo y las
naciones
dejen de saturar sus mentes y corazones con inmundicia,
violencia y crimen!
La desintegración de los principios espirituales
En un grado muy superior al que los más de nosotros supone–
mos, nuestra sociedad está basada en un sistema de
competencia,
avaricia
y
egoísmo.
Para decirlo más claro, está basada en el
espiritu de
HOMICIDIO.
Usted nunca pensó en ello de ese modo, ¿no es así?
Pues bien, esa es la
verdad,
y es tiempo de que usted salga de
dicho sistema, la "Babilonia" de nuestra era (Ap. 18:4), antes de
que el Todopoderoso intervenga y aplique el
CASTIGO
correspon–
diente.
No hay aquí espacio suficiente para enumerar todas las formas
concebibles de
homicidio
a que se entrega regularmente el hombre
moderno. Pero a nosotros nos toca entender el
principio
del sexto
mandamiento, y
OBEDECERLO.
En negocios "respetables" frecuentemente se pasa por alto el
daño acumulativo que ocasiona a los seres humanos el uso de
ciertos productos manufacturados. El manufacturero y el anun–
ciante por igual cierran sus ojos a lo que - en muchos casos - los
científicos
RECONOCEN
como grave peligro cuando ciertos produc–
tos se usan regularmente.
"Es sólo cuestión de negocios", dicen algunos en son de excusa.
Pero Dios dice que el primer y más importante "negocio" en
nuestras vidas es
OBEDECER
su Ley de amor.
En el pasado, y en algunos casos aún en el presente, los