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EL SEXTO MANDAMIENTO
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XXI declaró: "Todo se gana mediante la paz; nada se gana
mediante la guerra".
Uno de los más respetados estadistas y líderes militares de
nuestra era, el ya difunto norteamericano, general Douglas
MacArthur, hizo esta declaración: "Desde el principio de los tiem–
pos los hombres han buscado la paz ... alianzas militares, nivela–
ción de poderes, ligas de naciones, todos a su vez fracasaron,
dejando como única posible senda el servirse del crisol de la guerra.
Ahora la total destructibilidad de la guerra torna inconsecuente
esta alternativa.
Ya nos jugamos nuestra última carta.
Si no
inventamos un sistema superior y más equitativo, nuestro Arma–
gedón estará a la puerta. El problema es básicamente
TEOLÓGICO
e
implica una renovación espiritual, más la elevación del carácter
humano de manera que sincronicen con nuestros casi incompara–
bles adelantos en ciencia, arte, literatura y todos los progresos
materiales y culturales de los últimos dos mil años.
Tiene que ser
del espíritu si hemos de salvar la carne".
La "última carta" de la humanidad es
ARREPENTIRSE
del
pecado de la guerra antes de que la
aniquilación humana desapa–
rezca todo vestigio de vida en el planeta.
El general MacArthur reconocía que el problema que encara–
mos es
teológico
-
es un problema cristiano que implica el conocer
realmente al Dms verdadero, o, como lo dijera el general ya
desaparecido, ello implica "la elevación del carácter humano".
El más grande estadista de todos los tiempos fue Jesucristo.
En su carácter de heraldo y representante del gobierno o reino de
Dios, El dijo: "Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y
aborrecerás a tu enemigo. Mas yo os digo:
AMAD A VUESTROS
ENEMIGOS,
bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os
aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen ..."
(Mt. 5:43-44).
En el mundo existe hoy en día gran cantidad de paganismo
altamente estimado, cultivado y atrayente, bajo el nombre de
"cristianismo". Pero ¿puede aun este paganismo sofistico encarar
las diáfanas palabras de Jesucristo sin confesar que la vida del
Salvador, sus enseñanzas, y su Espíritu
CONDENAN
la esencia
misma de la guerra?
El flagelo de la guerra ha extinguido más vidas prematura–
mente, ha ocasionado más dolor y sufrimiento, ha arruinado y
frustrado más hogares, y causado más desperdicio de tiempo y