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LOS DIEZ MANDAMIENTOS
detienen a pensar que Dios es
REAL.
Ellos no piensan acerca de
Dios como de un ser
REAL.
Olvidan que Dios
DA
la vida- y que
sólo
El tiene el derecho de quitarla. En muchos casos ellos
inten–
cionalmente hacen caso omiso
del
PODER
divino para sanar
cual–
quier tipo de enfermedad
o
padecimiento.
Dios
JAMÁS
ha dado el derecho a los míseros mortales de
practicar la llamada "eutanasia" o "muerte piadosa". Quienes la
practiquen serán reos culpables delante del juicio de Dios ¡por
HOMICIDIO!
Otro género de homicidio es el que usa la
lengua
como instru–
mento. En este caso se encuentra el hombre que
vilipendia, incri–
mina
e
irrita
de tal modo a su prójimo que lo enferma fisica y
mentalmente y posiblemente lo arrastra a la
muerte
o el suicidio.
El apóstol Pablo describe la
actitud
de hombres así que han
olvidado a Dios, con las siguientes palabras: "Atestados de toda
iniquidad, de fornicación, de malicia, de avaricia, de maldad; llenos
de envidia, de homicidios, de contiendas, de engaños, de malignida–
des; murmuradores, detractores ..." (Romanos 1:29-30), y agrega
que el juicio de Dios señala a tales hombres como "dignos de
muerte"
(versículo 32).
Aquellos que vilipendian o exasperan a su prójimo hasta el
punto de hacerle miserable la vida y provocarle confusión mental,
son
CULPABLES
de espirito de homicidio - y quizás de
homicidio
efectivo
si sus acciones ocasionan la muerte de un prójimo.
"La muerte
y
la vida
están en poder de la lengua, y el que la
ama comerá de sus frutos" (Proverbios 18:21).
El crimen más grande de
la humanidad
Quizás el crimen internacional más monstruoso de la humani–
dad es el flagelo de la
guerra.
A través de las edades millones de
vidas humanas creadas a la imagen de Dios han sido extinguidas
en despiadada
carnicería de guerras inútiles, necias, ridículas que
en los más de los casos han fracasado totalmente en su intento de
lograr el propósito que decían perseguir.
El espíritu de la Ley de Dios conforme fue magnificada por
Jesucristo es totalmente opuesto a cualquier forma de guerra. Casi
todos los en efecto grandes líderes religiosos y políticos del mundo
han reconocido la total
FUTILIDAD
de la guerra.
Antes de estallar la Segunda Guerra Mundial, el Papa Pío