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El matrimonio ... ¿destinado a desaparecer?
Reino de Dios (Juan 3:3) ni entrar en él (versículo 5) hasta que
nazcamos de nuevo. Por lo tanto, mientras nos hallemos en la
carne
¡no hemos nacido de nuevo!
¡Lea esto otra vez!
Dios inspiró a Pablo a escribir que mientras seamos
"carne y sangre" (es decir, humanos) no podremos heredar el
Reino de Dios. Jesús dijo que por ahora hemos "nacido de la
carne" y que por lo tanto, ¡carne somos! Pero cuando
nazcamos del espíritu, es decir cuando nazcamos de Dios,
entonces seremos espíritu; ya no seremos carne.
Este pasaje indica claramente que
nadie ha nacido de
nuevo
mientras sea humano. Por ahora somos herederos;
somos hijos
engendrados
de Dios. Pero cuando
NAZCAMOS
de
nuevo, entonces recibiremos el Reino como herencia, es decir,
entraremos en él. Asi pues, nadie nace de nuevo mientras esté
en carne humana.
No obstante, los seres humanos, de carne y sangre, sí
pueden ser
engendrados
por Dios. No
nacen
espiritualmente
todavía, pero sí pueden ser engendrados como hijos de Dios.
Así nos convertimos, desde ahora, en sus
HEREDEROS
(Gálatas
3:29; Romanos 8:14-17). Sólo somos herederos por ahora, mas
recibiremos la herencia cuando nazcamos del espíritu, ¡cuando
seamos seres espirituales! Esto es, cuando entremos a formar
parte de la familia de Dios.
Prosigamos en 1 Corintios 15, versículos 51-54. La
manera como heredaremos el Reino de Dios, entrando en él
por un nuevo nacimiento como miembros de la familia divina,
será mediante una
resurrección
o un
cambio
instantáneo de
mortal en inmortal, de carne en espíritu, de humano en
divino.
Entonces, aun nuestros cuerpos viles se transformarán en
espíritu como el cuerpo glorificado de Jesús (Filipenses
3:21).
Ahora, distingamos muy claramente entre dos cosas:
Jesús fue engendrado por Dios aun antes de nacer
humanamente de la virgen María. En cambio, los demás seres
humanos han sido enge!ldrados por un padre
humano.
Además, Jesús fue engendrado espiritualmente como Hijo de
Dios desde el momento de su concepción y desde su
nacimiento humano,
¡mas nosotros no!