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¿Es el Espíritu Santo una persona?
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los sentimientos (Gé. 41:8). Tampoco se encuentra en el
Antiguo Testamento ni en la literatura rabínica la idea de
que el Espíritu de Dios sea un intermediario entre El y el
mundo. Esta actividad es propia de los ángeles, aunque a
ellos se asignan algunas de las actividades que en otros
lugares se asignan al Espíritu de Dios"
(New Catholic
Encyclopedia,
Nueva Enciclopedia Católica, Vol. XIII, pág. 574).
En el Antiguo Testamento el Espíritu de Dios se
presenta como su poder. El poder por medio del cual, quien
se hizo Jesucristo,
como
Ejecutivo para el Padre, creó la
totalidad del universo. Estos teólogos también reconocen
que cuando se habla del Espíritu como de una persona o de
una manera personal, el autor bíblico simplemente
perso–
nifica
al Espíritu, como haría con la sabiduría o cualquier
otro atributo.
Y del Nuevo Testamento dicen:
"Aunque en el Nuevo Testamento los conceptos del
Espíritu de Dios son en parte una continuación de aque–
llos del Antiguo Testamento, en el Nuevo Testamento hay
una gradual revelación de que el Espíritu de Dios es una
persona".
Esto parecerá cierto únicamente si tenemos una
noción preconcebida de que Dios es una Trinidad. Veremos
que sólo existen unas pocas Escrituras de donde se puede
derivar, muy remotamente, que el Espíritu es una persona,
y en cada caso sólo como resultado de una mala interpre–
tación gramatical.
Pero dejemos que continúe la
New Catholic Encyclo–
pedia
(Nueva Enciclopedia Católica).
"La mayoría de los textos del Nuevo Testamento reve–
lan al Espíritu de Dios como algo, no alguien; esto se
manifiesta especialmente en el paralelismo entre el Espí–
ritu y el poder de Dios".
Aunque a algunos teólogos les gustaría ver en la
Biblia que el Espíritu es una persona, deben aceptar que la
mayor parte de las Escrituras relacionadas con el tema
demuestran que
no es alguien,
sino algo. Ni siquiera la
personificación del Espíritu es prueba de su personalidad.
"Cuando se le atribuye al Espíritu de Dios una activi–
dad cuasipersonal, v.g. hablar, impedir, desear, morar
(Hechos 8:29; 16:7; Ro. 8:9),
no se justifica la conclusión