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¿Hay vida después de la muerte?
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¿Cómo seremos cuando nazcamos de nuevo?
La Biblia nos da la respuesta a esta pregunta: "Mas
nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también
esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transfor–
mará el cuerpo [físico] de la humillación nuestra, para que sea
semejante al cuerpo de la gloria suya ..." (Filipenses 3:20-21).
En un pasaje del capítulo 3 de la primera epístola del
apóstol Juan, se dice claramente que "nosotros", es decir, los
cristianos conversos, engendrados por Dios, somos ahora
hijos de Dios (como explicamos anteriormente), pero "aún no
se ha manifestado LO QUE HEMOS DE SER" (versículo 2). Noso–
tros, en el futuro, seremos diferentes. Como Jesús le explicó
a Nicodemo, seremos espíritu inmortal.
A continuación Juan revela una MARAVILLOSA VERDAD:
"Pero sabemos que cuando él [Cristo] se manifieste, SEREMOS
SEMEJANTES AÉL ..." En otras palabras, ¡nos pareceremos a
Cristo!
¿Cómo es el Cristo GLORIFICADO? Sus ojos brillan como
llamas. Sus pies resplandecen como bronce bruñido. Su cara
es como el sol EN TODO su ESPLENDOR. ¡Su resplandor es tal
que nuestros ojos se cegarían si pudiéramos mirarlo ahora!
(Apocalipsis 1:14-16; 19:12-13; Mateo 17:2).
¡Así seremos usted y yo si finalmente NACEMOS de Dios!
Nuestro potencial trascendental
Hay otro pasaje bíblico que muy pocos han comprendido
y que revela nuestro
trascendental
e increíble potencial. Co–
mienza en Hebreos 2:6: "¿Qué es el hombre, para que te
acuerdes de él?"
En verdad, ¿por qué habría el gran Dios de estar pen–
diente de nosotros los mortales? ¿Por qué nos puso sobre la
tierra? ¿Cuál es el propósito de nuestra existencia? ¿Cuál es
nuestro potencial trascendental? Este potencial va mucho,
muchísimo más allá de cualquier cosa que hayamos podido
pensar o imaginar. ¡Es algo increíblemente impresionante!
¿Estamos dispuestos a creer lo que se halla explícita–
mente declarado en la Biblia? Helo aquí, comenzando en el
versículo 7 del capítulo segundo de Hebreos: "Le hiciste un
poco menor que los ángeles, le coronaste de gloria y de honra,