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¿Por qué Israel perdió su identidad?
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Ezequiel recibió de Dios un mensaje para la CASA
DE
IsRAEL (no para Judá). El profeta se hallaba entre los cautivos
judíos
más de 100 años después de la conquista de Israel,
cuando los asirios ya habían emigrado desde el mar Caspio
hacia la tierra que hoy llamamos Alemania.
El pueblo de la casa de Israel emigró con ellos rumbo al
noroeste, pero no se detuvo en Alemania sino que continuó
hasta llegar a Europa Occidental: Francia, Bélgica, Holanda,
los países escandinavos y las islas Británicas ... y allí se
encuentran hoy con excepción de la tribu de Manasés que
emigró mucho después a Norteamérica y vino a formar los
Estados Unidos de América.
El profeta Ezequiel recibió la comisión de ir desde donde
estaba, entre los judíos, a la CASA
DE
ISRAEL: "Ve y habla a la
casa de Israel" (Ezequiel 3:1) y "Entra a la casa de Israel"
(versículo 4). Pero Ezequiel nunca llevó aquel mensaje a la
casa de Israel. No podía llevarlo porque era esclavo también.
Hoy, sin embargo, sí está llevando el mensaje, escrito en su
libro en la Biblia y comunicado a ese mismo pueblo por medio
de los siervos de Dios a quienes ha sido revelado el verdadero
significado de la profecía.
Una profecía para hoy
Refiriéndose primero a la antigua Israel, Dios dice en Ezequiel
20:10-12: "Los hice salir de la tierra de Egipto, y los traje al
desierto, y les di
mis
estatutos, y les hice conocer
mis
ordenanzas, por las cuales el hombre que las cumpla vivirá. Y
les di también
mis
sábados, para que fuesen por
señal
entre
mí y ellos, para que supiesen que yo soy el Eterno, que los
santifico".
Nótese que este pasaje repite las palabras exactas del
pacto eterno de Éxodo 31:12-17. Luego prosigue: "Mas se
rebeló contra mí la casa de Israel en el desierto; no anduvieron
en
mis
estatutos, y desecharon
mis
ordenanzas ... y
profanaron en gran manera
mis
sábados" (Ezequiel 20:13).
Una generación más tarde, Dios contendió con sus hijos:
"Y dije en el desierto a sus hijos: No andéis en los estatutos de
vuestros
padres, ni guardéis
sus
ordenanzas, ni os contaminéis
con
sus
ídolos. Yo soy el Eterno, vuestro Dios; andad en
mis
estatutos, y guardad
mis
ordenanzas, y ponedlas por obra; y