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La llave maestra de la profecía
Hubo el primer Adán, material y carnal; luego Cristo, el
postrer Adán, espiritual y divino. El antiguo pacto, solamente
material y temporal; y el nuevo pacto, espiritual y eterno. Dios
hizo al hombre mortal y físico, del polvo de la tierra y
perteneciente al reino humano; pero mediante Cristo puede
ser engendrado por Dios para convertirse en espiritual,
inmortal y miembro del reino de Dios.
De igual manera, las promesas que Dios hizo a Abraham
también tenían dos fases: una material y nacional, la otra
espiritual e individual. La promesa espiritual del Mesías y de la
salvación a través de Él es bien conocida por cualquier
estudiante de la Biblia. Se sabe que Dios dio a Abraham la
promesa espiritual del Cristo que sería descendiente suyo, y que
a través de Cristo nos llega la salvación. Pero casi nadie sabe lo
que es esa salvación, ni cuáles son las promesas de salvación que
podemos recibir a través de Cristo, ni cómo podemos recibirlas,
ni cuándo. Pero esto sería tema de otro libro.
Lo esencial dentro del tema de este libro es que Dios
también hizo otra promesa, completamente distinta, una
sorprendente promesa de tipo nacional y material que ha
pasado casi totalmente inadvertida.
Leamos de nuevo cómo Dios llamó a Abraham y notemos
la naturaleza
dual
de sus promesas: "Pero el Eterno había
dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa
de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti
UNA
NACIÓN GRANDE •••
y serán benditas en ti todas las familias de
la tierra" (Génesis 12:1-3).
Nótese la doble promesa:
1)
"Haré de ti una nación
grande". Esta es la promesa material, nacional, de que sus
hijos carnales se convertirían en una gran nación; es una
promesa que tiene que ver con el
LINAJE.
2) "y serán benditas
en ti todas las familias de la tierra". Esta es la promesa
espiritual que tiene que ver con la
GRACIA.
La misma promesa
se repite en Génesis 22:18: "En
tu simiente
serán benditas
todas las naciones de la tierra". Esta "simiente" se refiere a
Cristo, como lo afirma claramente Gálatas 3:8, 16.
Este es el punto donde los cristianos profesos y sus
maestros han caído en el error y la ceguera. No han captado la
doble promesa hecha por Dios a Abraham. Reconocen la
promesa mesiánica de la salvación espiritual a través de la