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La mente humana
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En los capítulos 1, 2 y 7 del libro de Job se hace referencia
a los ángeles como hijos de Dios, mas sólo como hijos por
creación. Dios nunca llamó a los ángeles hijos
engendrados.
En cambio, cuando
nosotros,
los humanos, recibimos el
Espíritu Santo de Dios, nos convertimos en sus hijos
engendrados
y en sus herederos, para recibir su
NOMBRE
por
herencia, al igual que los hijos de cualquier padre humano
reciben el nombre de éste.
Cuando nazcamos de Dios
SEREMOS
espíritu. ¿Por qué,
pues, quiso Dios formarnos de materia, de barro?
Ya hemos dado una respuesta parcial a esta pregunta.
Los ángeles, siendo espirituales, son inmortales. Los que
pecaron deberán soportar su castigo para siempre, y ese
castigo
no
es la muerte sino la pérdida de la gloriosa
oportunidad que Dios les dio de cumplir su propósito divino
aquí en la Tierra. Su castigo es el tener que vivir para
siempre en el resentimiento, la amargura, la actitud de
rebelión, la desesperanza y la frustración que sus propios
pecados les han acarreado. Una vez que los ángeles
pervirtieron sus propias mentes no pueden recuperar el
equilibrio ni la armonía. La felicidad y la alegría los han
abandonado para siempre.
El hombre, por el contrario, si peca y rehúsa arrepentirse
sufrirá la segunda muerte y perecerá sin remedio (Juan 3:16);
entonces será como si nunca hubiese existido (Abdías 16).
Esto refleja la
MISERICORDIA
de Dios.
Lo físico cambia, lo espiritual es inalterable
Hay otra razón de capital importancia por la cual Dios creó al
hombre del polvo de la tierra. Como lo expresó el filósofo
humanista Elbert Hubbard: "Nada es permanente sino el
cambio". La materia no se queda permanentemente en un
solo estado, condición o forma, sino que continuamente está
cambiando.
Quizá pensemos que la piedra o el hierro son
inalterables; sin embargo, vemos que, después de unos miles
de años, las piedras gigantescas de las murallas de Jerusalén
ya no lucen nuevas sino que revelan su antigüedad. Con el
transcurso del tiempo todo lo que ahora vemos cambiará.
El espíritu, en cambio, es
INMUTABLE,
con la excepción de
que Dios dotó a los ángeles de las facultades mentales de