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El maravilloso mundo de mañana
Comparemos esto con los políticos motivados por el
egoísmo, astutos y de doble faz que influyen
tan
negativamen–
te en los gobiernos de este mundo y otras fases de la
civilización.
Recreemos los ojos por un momento en el panorama que
Dios va a producir en el mundo de mañana, el cual pre–
sentaremos a continuación, y cuando quitemos los ojos de este
libro y miremos de nuevo este mundo tenebroso, repulsivo,
lleno de pecado, corrupción, violencia y sufrimiento, nos
causará dolor en el alma.
Sin embargo, ¿no nos dan deseos de gritar de alegría al
saber la clase de civilización y el nuevo mundo que se avecina?
¿No nos hace sentir el deseo de decir con todo el corazón: "¡Oh
Dios, venga tu reino! ¡Hágase tu voluntad, como en el cielo, así
también en la Tierra!"?
Mas, ¿qué será de hombres como Abel y Enoc? El
capítulo 11 de la Epístola a los Hebreos, conocido como el
capítulo de la fe, habla de la fe y la justicia de ellos (versículos
4-5). A esto sencillamente respondemos: Dios no nos ha
revelado el puesto que ocuparán. Sólo hemos mencionado
unos pocos acerca de quienes hay indicaciones bíblicas con
respecto a los puestos que puedan ocupar en el reino de Dios.
El capítulo 11 de Hebreos también da a entender claramente
que otros como Josué, Gedeón, Barac, Sansón, Jefté y Samuel
estarán en el reino de Dios. No nos podemos permitir el
decidir qué oficio tiene Jesucristo en mente para ellos. Y hay
muchísimos más.
Y, ¿qué ocurrirá con las mujeres? En verdad hubo
mujeres sobresalientes como Sara, Rebeca, Raquel, María,
Débora, Rahab y otras. En la familia espiritual de Dios, cuyos
miembros habrán sido transformados en seres divinos e
inmortales, no habrá sexo (Mateo 22:30). Las mujeres y los
hombres serán entonces iguales.
En el Nuevo Testamento Sara es llamada la madre de las
mujeres justas
(1
Pedro 3:6). De hecho, Débora juzgó o
gobernó a Israel por cierto tiempo. Su condición en el reino
será igual a la de los hombres. No dudamos que mujeres como
éstas ocuparán altas posiciones y recibirán gran honor en el
reino de Dios. No obstante, no queremos presumir que
sabemos o insinuar en este escrito cuál será su posición.