Página 12 - Spanish

Versión de HTML Básico

8
Nunca antes comprendido
pequeño, el objeto estaría dentro de él pero no sería el hombre
ni parte de su ser. El espíritu no ve ni oye ni piensa. Es el
cerebro físico el que ve por medio del ojo, y oye por medio del
oído. Por lo tanto, el conocimiento solamente puede llegar al
cerebro humano por medio de los cinco sentidos. El hombre
por naturaleza puede captar SOLAMENTE el conocimiento físico
o material.
Empero, el hombre fue creado para que necesitara otro
espíritu: el Espíritu de DIOs. Este se le ofreció libremente a
Adán si escogía el árbol de la VIDA. En tal caso, el Espíritu
proveniente de Dios le habría dado al hombre contacto con su
Hacedor; le habría abierto la mente para comprender las cosas
espirituales, además de las físicas y materiales. Sin el Espíritu
de Dios adicionado al espíritu humano, el hombre se halla
limitado
al conocimiento material; tiene una mente
incompleta.
Él puede saber únicamente lo que ve, toca, oye,
huele o saborea.
De nuevo preguntemos:
¿Qué habría sucedido
si Adán
hubiera tomado del árbol de la VIDA? Adán fue hecho del
polvo; su existencia era apenas fisicoquímica ... algo pasajero.
No tenía VIDA. Como un reloj cuya cuerda se va acabando,
Adán se acercaba más a la muerte con cada aliento que
tomaba. En todo momento, sólo una respiración lo mantenía
alejado de la muerte: de la no existencia. Y lo mismo se puede
decir de cada uno de nosotros.
Fue el Dios Creador quien le ofreció el don gratuito de la
VIDA. Ahora bien, ¿cómo es que Dios imparte ese don de vida
al hombre?
Por su Espíritu
Dios no le habría otorgado la vida a Adán en forma distinta de
como la otorga a sus llamados hoy, porque Dios es el MISMO
ayer, hoy y siempre (Hebreos 13:8).
Dios imparte la VIDA por medio de su Espíritu, pero
cuando un ser humano recibe el Espíritu Santo, está apenas
engendrado; ha sido concebido por Dios como heredero, pero
aún no ha recibido la herencia de vida eterna. El Espíritu de
Dios "da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de
Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios"
(Romanos 8:16-17).