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Segunda parte
!'í.
GUNOS SOLÍAN DECIR
que la mÍstica "marca de
la bestia" eran las fasces de las antiguas
monedas de 10 centavos de dólar. Durante la
segunda guerra mundial muchos dijeron que era la
esvástica de Hitler.
No ha habido un tema más intrigante
y
desconcer–
tante para nuestra generación. Acerca de él· se han
predicado miles de sermones por quienes profesan ser
ministros
y
evangelistas, sin saber qué es. La curiosidad
ha acosado a millones de personas.
Sólo citan un texto
He aquí el único pasaje que normalmente citan aquellos
que tratan de explicar esta misteriosa marca: "Y [la segunda
bestia] hacía que a todos, pequeños
y
grandes, ricos
y
pobres,
libres
y
esclavos, se les pusiese una marca en la mano dere–
cha, o en la frente;
y
que ninguno pudiese comprar ni vender,
sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el
número de su nombre" (Apocalipsis 13:16-17).
Tomando este único pasaje como base, de costumbre los
oradores sacan todo un sermón de su propia imaginación.
Puesto que no se podrá comprar o vender sin esta misteriosa
marca,
y
como todos desean poder comprar o vender, enton-