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Las siete leyes del éxito
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Sr. Hubbard-, si había podido por fin determinar cuáles son
realmente las creencias religiosas que usted profesa, si es que
profesa algunas.
"El Fray Elberto" se interesó al momento.
-¿Y qué le contestó? -me preguntó curioso.
-Me dijo que no estaba seguro, pero que cualquiera que
fuera la religión de usted, sospechaba que tenía su origen en
su billetera y su cuenta bancaria -le contesté. El Sr. Hubbard
no lo negó, sino que carcajeándose me dijo:
-Y bien que me salgo con la mía, ¿no es cierto?
¿Tuvo éxito el Sr. Hubbard? De acuerdo con las normas
humanas, creo que lo tuvo. Él conocía y aplicaba seis de las
siete leyes del éxito. Era industrioso, trabajaba con afán y
cosechó abundantes "frutos": dinero, popularidad, aclama–
ción. Sin embargo, él y su esposa se fueron al fondo del mar
cuando un submarino alemán hundió al trasatlántico
Lusita–
nia
en el que viajaban.
La fama del Sr. Hubbard no fue duradera, pues hoy es
prácticamente desconocido. Él conocía los valores materiales,
pero su agnosticismo le cerró la puerta del camino que le
hubiera conducido a la comprensión de los valores espiritua–
les. Él nunca entendió el verdadero
PROPÓSITO
de la vida. No
estaba seguro si en efecto existía un Creador. Estaba
convencido de que la "cristiandad", en la forma en que el
mundo la conceptúa, era una superstición irrazonable. Ignora–
ba la
RAZÓN
por la cual la humanidad había sido puesta sobre
la tierra ... o si había surgido por azar. Ignoraba también el
destino potencial del hombre. No tenía conocimiento de la
séptima
ley del éxito. Y como no conocía ni aplicaba esta ley,
se impulsaba fuertemente, mediante la aplicación concienzu–
da de las primeras seis, ¡en la dirección diametralmente
contraria
a la que lleva al verdadero éxito!
Nunca hallaron satisfacción
¿Cuál fue el verdadero
significado de la vida
para estos
hombres de "éxito"?
El objetivo de su vida, su definición del éxito, consistía en
la adquisición de bienes materiales, en el reconocimiento de su
importancia por la sociedad y en el estímulo pasajero de los
cinco sentidos.