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Las siete leyes del éxito
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de las enfermedades contagiosas y, sin embargo, ha tenido
muy poco éxito en su lucha contra el aumento de las que no lo
son, tales como cáncer, enfermedades del corazón, diabetes y
enfermedades de los riñones. Estas últimas son afectadas por
una dieta deficiente.
Hay por supuesto otras leyes para la salud que incluyen
dormir lo suficiente, hacer ejercicio, respirar abundante aire
fresco, higiene y adecuada eliminación corporal, pensamientos
correctos y vida ordenada.
Recientemente el "correr" se ha convertido en el deporte
de moda como medio para mantener una buena condición
física. Aun personas de edad leen libros de "expertos"
autodidactas y comienzan a forzar sus corazones al correr
varios kilómetros
al
día. "¡Más ejercicio!", gritan los aficiona–
dos a las novedades.
¿Por qué los humanos tienen la tendencia de ir hacia los
extremos? El ejercicio es bueno, beneficia un poco, pero como
la mayoría de las cosas, puede ser llevado más allá de lo
razonable y benéfico. Una dosis excesiva puede ser perjudi–
cial. Somos dados a pasar por alto el principio de la
MODERACIÓN
en todas las cosas.
¿Cuál es el provecho de este esfuerzo excesivo que
consiste en correr varios kilómetros cada día? Ciertamente
promueve la circulación de la sangre, llevándola hasta las
extremidades, lo cual es bueno. Estimular la circulación de la
sangre sí es importante, pero también se puede
DESTRUIR
la
salud cometiendo excesos imprudentes. Es tan peligroso hacer
demasiado ejercicio como no hacer ninguno.
Se puede estimular la circulación de la sangre sin
peligro y sin necesidad de esfuerzo extenuante. Nunca
olvidaré una conferencia a la cual asistí cuando era joven.
El conferencista había sido instructor de educación física y
entrenador del presidente norteamericano Howard Taft.
Inmediatamente después de que terminó la presidencia del
Sr. Taft, este instructor se las ingenió para obtener una
lista de todas, o casi todas, las personas centenarias en los
Estados Unidos. Luego los visitó a todos personalmente y
les preguntó a qué atribuían su longevidad. Uno le dijo que
era porque nunca había fumado. Otro había fumado toda su
vida y ya tenía más de 100 años. Otro era abstemio total,