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Las siete leyes del éxito
mientras otro había bebido cerveza y coñac toda su vida. Y
por ahí iban todos. Después de entrevistarlos, analizó sus
apuntes y se sorprendió al darse cuenta de que sólo tenían
una cosa en común, sin embargo, ninguno la consideraba
como factor importante. Todos daban diariamente un
vigoroso masaje a su cuerpo, algunos con una toalla después
del baño diario y otros con un cepillo. Pero en una forma u
otra, todos habían estimulado la circulación de la sangre,
incluso hasta los extremos de los pies y de las manos, por
medio del frote o masaje diario.
Muchos preguntan cómo yo, con más de 90 años de
edad, todavía conservo la energía, el vigor y el ímpetu. De
cierto existe más de una razón, aunque no corro ni me dejo
llevar por novedades pasajeras. Yo
CAMINO,
que es el mejor
ejercicio para alguien de mi edad. Pero desde que oí aquella
conferencia hace 60 años o tal vez más, he venido dándome
un masaje diario. ¿El método? Con una toalla de tamaño
generoso, después de la ducha diaria. Trato de dormir lo
necesario. Tengo cuidado con mi eliminación (un aspecto
muy importante). Soy muy cuidadoso con mi dieta y tengo
un enorme
ALICIENTE,
un propósito que me estimula en la
vida, pues he aprendido cuál es el
OBJETIVO
de mi existen–
cia. ¡Ese propósito me espolea a estar activo! Tengo una
misión que cumplir, y ésta es más importante que mi vida
misma. No queda mucho tiempo para efectuarla, pero
tiene
que ser cumplida y en efecto
¡SE CUMPLIRÁ!
Además de
todo esto, recurro a un poder mayor y más grandioso. Creo
que esta es la respuesta.
Pocas personas se dan cuenta de que el enfermarse
no es
algo natural.
Las enfermedades y dolencias vienen únicamen–
te por el
quebrantamiento de las leyes naturales
del cuerpo y
de la mente. Estas son las
LEYES FÍSICAS
que regulan la salud.
¡La gente
no ha aprendido
que existen tales leyes! Suponen
que un malestar o una enfermedad ocasional es natural en el
curso de la vida, pero nada puede estar más lejos de la
verdad.
La enfermedad no debe aceptarse como algo natural.
Algunas autoridades afirman que los resfriados no se "pes–
can", sino que, al igual que las fiebres,
¡nos los comemos!
Explican que un resfriado o una fiebre es simplemente la