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Las siete leyes del éxito
buena salud;
sin embargo, es posible que aun así no progrese
hacia su objetivo.
Después de todo, el éxito es realización, es
ACCIÓN.
Se dice
que cualquier pez perezoso puede flotar río abajo, pero que
sólo el pez vivaracho nada río arriba. Una persona inactiva no
triunfa en nada. El triunfo requiere que se
HAGA
algo.
Llegamos, pues, a otra ley, la
cuarta ley
del éxito, que es
jEMPUJE!
Un esfuerzo a medias nos puede impulsar un poco hacia
nuestro objetivo, mas nunca lo suficiente para alcanzarlo.
El jefe ejecutivo de una organización próspera y vigorosa
siempre despliega
empuje.
Constantemente se impulsa, y no
solamente a sí mismo sino a aquellos que están bajo sus
órdenes, pues de otra manera podrían rezagarse, relajarse y
acabar por estancarse.
Tal ejecutivo puede sentirse amodorrado y detestar el
tener que levantarse por la mañana, pero rehúsa ceder ante las
flaquezas de la carne.
Recuerdo las luchas que yo tuve con esta situación.
Sucedió cuando tenía 22 años, durante uno de mis viajes como
"hombre de las ideas" de la revista que representaba. Tenía
una lucha constante con la modorra. Había adquirido el
hábito de contestar las llamadas que me hacían en los hoteles
para despertarme, tirándome nuevamente a la cama a dormir.
Después compré un despertador que siempre llevaba conmigo,
pero pronto me acostumbré a levantarme a apagarlo y después
echarme otra vez a la cama sin darme cuenta de lo que hacía.
No estaba lo suficientemente despierto como para ejercer la
fuerza de voluntad y forzarme a permanecer de pie, darme
una ducha y despertarme por completo.
Aquello se había convertido en un hábito que necesitaba
romper. Tuve que aguijonearme. Me hacía falta un desperta–
dor que no pudiera ser apagado hasta que estuviera lo
suficientemente despierto para darme cuenta de lo que
hacía.
Por lo tanto, cierta noche llamé al botones del hotel. En
esos tiempos se acostumbraba dar de propina un décimo, por
lo que medio dólar surtía el efecto que lo haría hoy un billete
de 20 dólares. Poniendo, pues, un medio dólar de plata en el
tocador, le dije al botones: